un bar
por Flores
por Flores
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Aroma se dice en perfecto castellano. Si te dijera "aroma", tu aroma, me perderías el respeto. Olor. Tu olor es lo que más extraño. Te sale del pelo, de la boca. Un poco de los brazos y otro poco de los cachetes. Cuando menos te imaginás te estoy oliendo. Una vez, cocinabas con las dos manos, repasador en una, sartén en la otra, y yo sólo podía sentir tu olor. Ni el de la cebolla que nos hacía llorar, ni el parmesano recién rayado, ni el lomo ahumado que, herido de muerte por un escarbadiente como San Sebastián, se multiplicaba en el aire. Yo te olía a vos. Cuando girás, cuando sacudís la mano para agarrarme, cuando apoyás tu pecho contra mi espalda. Siempre te huelo y eso es lo que ahora no tengo y extraño. Mandame una carta, con olores tuyos. Tocala, nomás. Apoyá la mano en el papel, dos minutos, tres. Sin despegar la mano del papel pensá en mí. Escribí algo, cinco, seis líneas, no te gastes mucho. Y mandala por avión. Yo acá la abro en el puff, tirado a un costado de nuestra biblioteca llena de polvo con tu olor.
Voy a apagar las luces, voy a esperar dos minutos, tres. Y voy a abrir el sobre para tenerte cerca mío, en la oscuridad, aunque sea un ratito.
Voy a apagar las luces, voy a esperar dos minutos, tres. Y voy a abrir el sobre para tenerte cerca mío, en la oscuridad, aunque sea un ratito.
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