Locuras
Director de la revista Nicolás Herman
Inevitablemente termina el año. Casi inevitablemente llegan los balances y los “bueno, el año que viene...”. Los reencuentros de rutinaria fiesta familiar y también los deseados profundamente. Llegan, infaltables, las guirnaldas, el rojo por todos lados, los negocios repletos y las mil variedades de arbolitos. Posiblemente en este espacio debiéramos hablar de los tres primeros números de Reverso, agradecer a los anunciantes, a los lectores y referirnos a las peripecias de sacar una revista sin presupuesto. Es posible. Pero alguna vez acá hablamos de elecciones y hoy la nuestra es terminar el año con una anécdota.
Hace poco más de un mes, el 8 de noviembre, Manu Chao tocó junto a su banda en un repleto estadio de All Boys, en Floresta. Antes de que el músico francés apareciera en escena, el micrófono le fue cedido a un interno del Borda, miembro de La Colifata, quien presentó el espectáculo. El hombre elogió a Manu Chao, llamó a todos los presentes a disfrutar la noche y terminó su intervención con una frase que no por repetida ha perdido su contundencia: “tenemos derecho a ser felices”, dijo con voz segura, y se ganó así el aplauso de 25.000 personas que lo ovacionaron al grito de “olé, olé, olé, locoooo, locooooo...”.
Los locos no mienten, se suele decir. Pero, al igual que los cuerdos, tampoco tienen LA verdad en su poder. Sí, tenemos derecho a ser felices, y no es malo recordarlo. Pero somos hombres, y no somos sólo felicidad ni tendemos siempre a ella. Encontes tenemos también derecho a entristecernos, angustiarnos, deprimirnos. Tenemos derecho a hacer de nosotros lo que queramos. De eso hablaba el loco, y donde dijo la palabra felices podría haber dicho otra. O podría no haber dicho ninguna más, porque nuestro primer derecho, el indeclinable, es el derecho a ser, así, sin más. Y no es poco, seguro, ni para nada fácil. Feliz año.
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