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jueves, septiembre 23, 2010

...que reíte de Janeiro!!

Por Guillermo Piro
¿para "Tiempo Argentino"?

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En realidad, Tiempo Argentino es mejor que Barcelona porque allí hablan en serio. Es desopilante. Uno suele decir que llegado a un determinado punto, la cosa tiene que parar (la cantidad de puchos que uno fuma, el fervor oficialista que uno manifiesta, el amor desenfrenado por una mascota), pero en Tiempo Argentino no conocen el freno. Eso lo hace un diario irremediablemente genial. Porque es absurdo y divertido, y porque da la impresión de que quienes lo escriben están hablando en serio. El efecto es como el de esos documentales que pasan por la televisión donde un hombre o una mujer asegura que su vida cambió después de haber usado unas plantillas o determinado electrodoméstico. Son actores que simulan haber sido tomados de improviso, y son tan malos actores que uno se queda mirando los esfuerzos de un mal actor por resultar creíble. Como los números del Indec. Algo que no puede creerse nadie. En casa, a veces con mi hija pasamos el tiempo viendo esos programas llenos de gente ridícula que intenta vender aparatos ridículos. Es hiralidad en estado puro, la risa que provoca la estupidez, que carece de inteligencia, que es sólo torpeza. Como la risa incontenible que despierta ver a alguien caerse en la calle por pisar la cáscara de una banana. En el fondo deberíamos avergonzarnos de que haya gente que tire cáscaras de banana en la calle para que otros se caigan, pero dentro, muy dentro, nos alegramos de que haya gente capaz de hacer esas cosas. Por eso me alegro que exista un diario como Tiempo Argentino.


martes, febrero 06, 2007

...en la búsqueda de algo...

Este post fue íntegramente
escrito y publicado
por el Señor Dieguez.


Gustave Flaubert escribió Madame Bovary en cinco años de trabajo diario, entre 1852 y 1856. Quedó plasmada la obsesividad de su trabajo en la correspondencia que mantuvo con diferentes personas durante esos cinco años. Valga un pequeño ejemplo de una carta que le escribió a su mujer Louise Colet fechada el 24 de abril de 1852:

“(…) Si no he contestado antes a tu carta doliente y desanimada, es porque he estado en un gran acceso de trabajo. Anteayer me acosté a las cinco de la mañana y ayer a las tres; desde el lunes lo he dejado todo y me he pasado la semana entera bregando exclusivamente en mi Bovary, disgustado por no adelantar. Ahora he llegado al baile, que empecé el lunes; espero que la cosa irá mejor. Desde que me viste he hecho veinticinco páginas en limpio (veinticinco páginas en seis semanas); han sido duras de pelar; mañana se las leeré a Bouilhet. Por mi parte, tanto las he trabajado, copiado y vuelto a copiar, cambiado, manipulado, que por un momento no veo nada; pero creo que se sostienen. Me hablas de tus desánimos: ¡si pudieras ver los míos! No sé cómo a veces no se me caen del cuerpo los brazos, de cansancio, y cómo los sesos no se me hacen caldo.”

Flaubert era un obsesivo y perseguía en cada texto lo que el llamaba le mot juste (la palabra justa).

Ciento y pico de años después, en el otro hemisferio, el poeta argentino Francisco “Paco” Urondo se hacía Montonero. Cuando le preguntaron por qué había decidido cambiar la pluma por la ametralladora, Urondo respondió: “Estoy buscando la palabra justa".

Flaubert murió de una hemorragia cerebral en 1880, a los 58 años. Urondo, cercado por los militares, se suicidó con una pastilla de cianuro. Tenía 45 años.