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jueves, julio 07, 2011

Velorio global

I had a dream
tambor horizontal
18 programas
7 kg
grande el dream

Me desperté, abrí los ojos. La persiana estaba cerrada pero se filtraba el sol. ¿Qué hora es?, pregunté en voz alta como si alguien me fuera a contestar. Tuve un sueño rarísimo; al mismo tiempo, en 25 ciudades del mundo, había un tsunami. Cada ciudad, con millones de habitantes, desaparecía ahogada por una ola impiadosa que no paraba de avanzar. Mitad de la población mundial desaparecía. Así como dicen ahora: varios elementos se juntaron para provocar la mayor tragedia que el mundo haya vivido. Mitad de la población desaparecía. Los gobiernos desaparecían. Las fronteras ya no importaban. Para qué iban a importar. No había gente ni de un lado ni del otro. La poca que quedaba sufría un estado de shock. Las 25 ciudades más importantes del mundo inundadas por diversos tipos de tsunamis ocasionados por terremotos en toda la placa terráquea a lo largo y a lo ancho del planeta.
Nosotros estábamos en Italia; Potenza. Estaba con Agustín Mendilaharzu. Ibamos de acá para allá, adormecidos, fascinados, deprimidos. Alguien nos decía que un avión partía hacia Latinoamérica. Que había un piloto que agarraba un avión y cruzaba el Atlántico. Obviamente nadie cobraba, no se necesitaba pasaporte, no tenías que pagar, no hacían falta las tarjetas de crédito ni las millas de viajero. Había un estado de shock tan grande en la población que nadie más atendía los supermercados. No había policía. El Estado desaparecido no reprimía absolutamente nada. Agustín me decía que en Argentina sería distinto, que los saqueos habrían provocado muertes, destrozos, etcétera. Pero llegábamos a Buenos Aires y el Río de la Plata era tan grande que había tapado de agua hasta Ciudad Evita. Al norte todo había desaparecido. En el Partido de San Martín empezaba el río. Hasta Campana no había más que río y algas y escombros y barro.
Caminábamos por las calles de Ciudad Evita y nadie podía creer lo que estaba pasando. No había saqueos, no había policías. Era todo tan triste y hermoso, a la vez. Como si hubiera estado planeado. A cierta hora de la tarde un señor salía a la vereda y caminaba unas cuadras al grito de "plato de lentejas, plato de lentejas". Dejábamos de jugar a las cartas, al fútbol, a los fichines e íbamos a comer. Usábamos cualquier casa que tuviéramos a mano. Si éramos muchos se cocinaba en una casa y se comía en la de al lado. Casi no hablábamos sobre la nueva situación. No había necesidad de comprar nada porque nadie más quería ser cajeron en el DIA o en el WALLMART. Entrábamos, tomábamos lo que se necesitaba y nos íbamos. Nadie levantaba la voz ni pedía ticket. Con el tiempo algunas cosas se pudrían otras se dejaban de usar. La mayoría de los electrodomésticos no se usaban.
Yo salía mucho a caminar con un celular que había sacado de una Casa del Audio. Tomaba fotos, a la siesta las miraba y por la tarde, luego de mostrárselas a los que compartían la mesa conmigo, las borraba. Y así al otro día.
Caminaba mucho, comíamos todos los días en una casa distinta. Agustín me enseñaba italiano. Además, le enseñaba al que quisiera y, según qué pueblo visitáramos, tenía diez o cincuenta alumnos. Las clases duraban como cuatro horas. Ninguno mencionaba los acontecimientos pasados. Todos entendían que había que pensar otro modelo de desarrollo para cada pueblo. Pensábamos seriamente en hacer o no hacer el amor. Había que repoblar el mundo, según se decía. Pero otros pensaban que así estábamos bien. Imaginate que quedás embarazada y justo en el pueblo o ciudad en la que estás no hay un médico. Imposible, contestaban algunos. En todos lados hay alguien que te puede ayudar.
-Sí, claro, que te pueda ayudar... que sea médico... es cierto, te concedo que puede ser... ¿pero que justo justo justo sea neonatólogo? ¿Y si se te complica durante los 9 meses?
Entonces algunos empezaron a llevarse más preservativos de los que necesitaba. Como nadie atendía los kioscos (porque, ¿quién quiere atender un kiosco, verdad?) en las calles tenías que trocarlos por tiempo. No había plata ni cosas que necesitaras. Nadie acumulaba objetos, autos, nada. Podías agarrar cualquier auto que tuvieras a mano porque ¿quién quería mantener un auto, verdad? Lo usabas y lo dejabas a un costado. No era necesario siquiera aprender a manejar.

El shock se iba muy de a poco. Todavía todos estaban más que sorprendidos. Entonces me desperté. Y miré para el lado de la ventana. No tenía que ir a trabajar porque ¿quién quiere trabajar, verdad? Y pregunté la hora como si hubiera alguien que me fuera a contestar.


*

miércoles, marzo 16, 2011

Foto actualizada

jotita dice
que me parezco
a Sayid
de Lost




ojalá


Mosquitos
pequeño relato de un libro inédito
que estaré leyendo en el Pachamama
el jueves 17 de marzo - tipo 23 horas
publicado en Cultura.es
gracias a Vale Tentoni



*

martes, febrero 15, 2011

Rorschach


La pared de la pieza tiene una mancha de cemento. El cemento cubre una grieta más grande de lo que suele llamarse "grieta". De un martillazo, el albañil del otro lado, tiró dos kilos y medio de mampostería sobre la cama y pidió disculpas. Al otro día vino el arquitecto de la obra y pidió disculpas. Al otro día, el arquitecto de la obra trajo una cinta métrica y, al otro día, vino el albañil y puso cemento en la pared de la pieza, al lado del colchón.
La pared ahora quedó gris. Amarillenta y gris. El cemento tiene el color del cemento, la imagen es horrible pero ¿qué le voy a pedir al cemento? ¿Que cambie de color? El cemento siempre será proactivo, horripilante sí, pero proactivo al fin. Ves la mancha y pensás en la cantidad de cosas que no hiciste y debés hacer; las que te olvidaste de hacer, las que otros hacen y el tiempo que te queda en el planeta Tierra para hacer lo que se supone tenés que hacer.
El cemento es poderoso y eso me gusta.
También pienso en el albañil. ¿Se habrá enojado el Maestro Mayor de Obra? ¿Por qué le dio tan fuerte a la pared? ¿Tendría algún problema? Todos tenemos problemas y, por suerte, él puede darle a la pared con una masa para descargarse.

tampoco es para andar diciendo
puta
qué tipo con suerte
ellos
los albañiles

El arquitecto es pelado. ¿Eso lo dije? De esos pelados jóvenes. Buena onda, buen tipo, dientes parejos aunque bastante negros. Para mí que se lava los dientes pero debe fumar mucho. Los arquitectos, que son un poco diseñadores gráficos, y los diseñadores gráficos, que son un poco arquitectos, tienen ese vicio de profesión: fuman mucho.

Las arquitectas, en realidad, fuman más que los arquitectos.
Los arquitectos, más que nada, son viciosos del alcohol.

Los arquitectos y las arquitectas, todos lo saben, son más bien perversos. Pero no viene al caso entrar en detalles ni dar nombres: acá todos sabemos a quién nos estamos refiriendo.

En cambio, los albañiles ¿cómo se llaman? El que rompió la pared de la pieza de un masazo ¿se llamará Raúl? Raúl es nombre de albañil. Barón Biza (el "exterminador", como lo llama Cicco), se llamaba Raúl. Raúl Carlos. Más que albañil era constructor como todos los escritores.
Y los escritores... bueh... los escritores son un caso. Básicamente son insoportables. Todos. Vos tenés la culpa; el que lee tiene la culpa. Pero no vamos a hablar de culpas ni de lapiceras. Queremos hablar de los albañiles que golpean muy duro con la masa.

Esta mañana me quedé mirando la mancha gris hasta que me dieron ganas de bañarme. Antes de bañarme pensé en la familia del albañil. No sé por qué supuse que tenía familia. Que lo esperaban en la casa. Que era buen padre y que el hijo siempre lo recibía con una cerveza **** bien fresca. Un salamín y una fresca. El hijo, vayamos al hijo. ¿El hijo es albañil? Obvio. El hijo quiere ser como el padre (todos los hijos del mundo queremos ser como Padre). Pero el hijo vende merca. No toma pero vende merca. Y el mejor cliente que tiene es un escritor que vive por Recoleta. Uno muy conocido. Para el hijo del albañil es un drogón más. Para el mundo es un escritor al que le falta merca y para nosotros es un tipo famoso que tiene plata y un piso en Recoleta.

Qué mancha loca y divertida, pensé en la ducha. Terminé tomando merca en un piso en Recoleta con un escritor de mierda. ¿Por qué no escribís una crónica de todas las veces que fuiste a buscar merca, escritor de mierda? Si total a tus lectores les chupa un huevo que escribas zalame o salamín. Y el escritor de mierda se reía, con los dientes un poquito picados, el pelo hacia atrás, brilloso, ronco.

Así son los lugares comunes. El albañil, el hijo del albañil, los arquitectos, los viciosos. Todos lugares comunes que trae una mancha de cemento única en su especie. Una mancha plausible de ser interpretada como te dé la gana. Igual, al lado de la mancha de cemento puse la firma de Fontanarrosa (la copié de una Revista Viva). Porque para mí esa mancha es el típico dibujo que hacía el Negro del hincha de Central a los gritos en la tribuna. Le falta el pañuelito, eso sí.

Pero la firma está.



**** Marca registrada

sábado, febrero 12, 2011

Tenías unos meses de vida, nomás

a la memoria de
mi querido Munra







tenías unos meses de vida
nomás
un cambio de aceite hecho
a nuevo 130 mil
kilómetros

Nunca hice bien las cosas. En general, eh. Que me hayan salido bien dos o tres (y ayudado por mucha gente) no hace más que mejorar el promedio. Hoy, mientras miro esa foto al borde del mar, en las costas de Monte Hermoso, pienso en eso; en todas las cosas que hice mal y que hice bien. Vos, Munra, nunca te quejabas. Había que prestar atención cuando tosías con flema, o te subía la fiebre. Había que controlarte porque si era por vos dejabas los pistones en la ruta pero llegabas... siempre.

una piña en el ojo izquierdo
retrovisor nuevo

Ese día tampoco hice bien las cosas. Frené muy de golpe y un neandertal nos arruinó las vacaciones a vos y a la persona más importante que tuve jamás en la vida. Pero vos no dijiste nada porque qué me ibas a decir si yo ya tenía más problemas de los que podía entender.

ahora descansás
en el primer piso de un garage oscuro
chorreás aceite
nafta
chorreás la vida que
te quité
una noche de alcohol y daddy yanqui

Pero aún así, querido Munra, me protegiste. Me guardaste con tu cinturón de seguridad. ¿Qué pensabas? ¿Por qué no rompiste el cinto y me mandaste la frente contra el árbol como se suponía que hicieras? ¿Por qué te pusiste tan paternal?

Ahora me queda el gusto amargo. La impotencia, el resentimiento por haber elegido tan mal. Porque pude elegir. Siempre me diste la posibilidad de confrontarte y decirte la verdad y esperar tu respuesta y bancarme la que viniera... pero nunca tuve el valor. Dije poco de la verdad. Omití comentarios, callé. Ahora me dejaste solo y me tengo que hacer de abajo como corresponde. Y hace dos horas que no paro de llorar aceite, nafta, vidrios rotos que atajo en su caída desde los ojos

esa lluvia de agujas
que moja mi corazón
tengo la certeza de que te voy a ver
de lejos
camuflado con anteojos
negros
para que no me reconozcas

Munra, vos sabés a qué me refiero. ¿En qué pensabas cuando te ahogaste con ese árbol y me agarraste fuerte de los hombros y la cintura para que no me pasara nada? ¿Acaso no sabías que ese era el final? ¿Que nunca más ibas a rodar?

te di por sentado
entregué mi libertad
al portero de un cabaret
por un trago de gancia
con limón
tanga
cumbia
y un par de hielitos
en las muelas

¿Vos sabías que podía ser tan barato? Yo lo descubrí ahora. Barato y con olor a fracasado. Por ahí, en tu sabiduría pistera te inmolaste para probarme que la mala senda era un mal chiste al lado de lo que tenía por delante. Y me dejaste entero para eso, para sentirme un forro hijo de mil puta, el idiota consentido.

me cambiaste la vida
siempre
en cada arranque
ahora
estoy solo
veo fotos viejas
lloro a escondidas
de la ventana
las viejas pasan cabecean

Ahora, desde lo más bajo te digo gracias. Vos vas a preguntar por qué, seguro. Yo te digo gracias, no te voy a ver más, eso seguro.

the whole ride
was this
heart
bigger
in every turn

pusiste tu corazón
en mi corazón
y lo agrandaste
como se agranda a los niñitos que
crecen con miedo







*

viernes, noviembre 26, 2010

Mentirosos

la búsqueda nunca
se acaba




Quise leer una historia. Busqué en mi barra de links, en el timeline de twitter, en las muy buenas fotos de mis amigos adolescentes en el facebook... nada. Ni una historia. Está lleno de verdades. Verdades de cómo la pasamos en el casamiento, en la lectura, en el asado del domingo. Verdades que incomodan sobre qué dijo la diputada frente al televisor mientras tomaba la cuarta pastilla de rivotril del día... Verdades. Como si fueran tan importantes. ¿A nadie le gusta mentir, de repente?
No puede ser.
Alguien allá afuera tiene que haber.
Si yo mintiera diría que estoy feliz. Que soy el hombre más triste del mundo. Que tengo lo que necesito y me falta tanto que no sé por dónde empezar.
Pero no sé mentir. En la escuela y en mi casa me enseñaron a no mentir.
Pero sí sé mentir.
Porque en la escuela y en mi casa me obligaban a decir la verdad. Y como soy un eterno adolescente, siempre me rebelo. En este caso, contra la verdad.
Pero ojo, a mí no me gusta ver la mentira, darme cuenta de que la verdad es otra, ver los ojitos de mi novia revolotear cuando le pregunto qué le puso a la salsa. Yo quiero que me mientan bien. Que me digan a los ojos, sin titubear, que esa salsa no tiene laurel; ni picado ni molido ni soplado. Y creer... creer o reventar. Ojalá fuera valiente y reventara. Pero no, ni loco. Prefiero creer... aparte, decime vos, ¿conocés alguien que quiera reventar? ¡Nadie! Todos quieren creer... por ahí todavía no lo saben.

¿Adónde va a ir el mundo sin mentiras?

Así como te digo una cosa te digo la otra. Si te voy a mentir y te vas a poner mal... bueno. Así no. ¿Pero quién se pone mal en éstos días? Todos los que conozco tienen problemas pero ninguno se pone mal. Ponerse mal es una cosa seria. Ponerse mal es... ¡ponerse mal! Y es refácil entender a qué me refiero cuando digo "ponerse mal". Si querés te hago un croquis.

Mirá, vos estás acá, en el asterisco:

*
asterisco [igual] vos

lo que vos tenés que hacer está inmediatamente debajo:

*
loquetenésquehacer

lo que querés lograr está muy muy muy lejos de loquetenésquehacer (que, para colmo, antes de llegar a lograr lo que querés tenés que hacer loquetenésquehacer):

*
loquetenésquehacer














































































































































































































































































































































































loquequeréslograr
*
lo que querés lograr
y
pegado
vos
transformado
porque conseguiste
loquequeréslograr


Digamos que es refácil entender qué es ponerse mal cuando querés lograr algo y no lo conseguís aún a pesar de hacer loquetenésquehacer. Por suerte eso no pasa muy seguido. Mirá, si el cantante de Calle 13 te dice "el poder es educación", vos (sí, vos que leés esto) ahora mismo YA tenés poder. No sé qué tanto poder. El poder de seguir leyendo, no leer más. Levantarte, pedirle a otro que lea, escribir sobre esto, mandarte la parte con un anónimo, saludar cambiando de tema, decir que te llegó un mensajito de texto, justo cuando estabas por terminar de leer... no sé, yo que vos, haría algo con tu poder.
¿Pero qué?
Por lo menos aquellos que escriben historias, que mienten descaradamente, no están a mano. A MI mano. Por ahí a la tuya están y ahí tenés poder: el poder de decirme "cuchá, te paso un link donde vas a encontrar historias para saber qué tan buen mentiroso es esta persona; yo, Martín Karadagián, lo recomiendo".
¿Te conté que conocí a Martín Karadagián?
Era un groso. Pero si volvés, te lo cuento otro día. Ahora, con el poco poder que me queda, te recomiendo que leas otra historia.


*

miércoles, marzo 10, 2010

Ex Sanatorio

texto publicado en revista
¡
exclama
(Colombia)


[ ilustra la nota: La Maga ]



[ . . . ]

En la puerta no hay ningún rastro de vida humana, sin embargo, alguien te abre. No se paga entrada, no se saluda, apenas un gesto con la mirada. Nadie habla exacta y claramente de la historia del lugar pero uno se entera. Las historias encuentran grietas en los discursos y hormiguean en los oídos. En esta casa no había fantasmas, había drogadictos, había miseria, violencia. En esta casa la mística no es de folleto; es olor nauseabundo, es una pared descascarada.

[ completo acá ]


*

jueves, enero 21, 2010

Cocina

foto:
Yair Ceballos Espinosa



Me paro en la cocina. Frente a la heladera. Frente a la ventana. Hace calor y pienso en Física. En cómo puede ser que por la ventana entre la brisa fresca. Estiro mi mano y tomo una botella con agua. Hasta la botella transpira. Bebo. Pienso en Física. Bebo. Pienso, hace tanto calor o estoy exagerando. A mí me gusta exagerar. Bebo. Pienso en Física. Dejo la botella en la mesada y me acerco a la ventana. Tengo las manos mojadas y me las seco en la nuca. Corro la cortina para ver las ventanas grises de mis vecinos. La iluminación perturbadora del sol. Pienso en Física y escucho un splash.
El vecino tiene pileta.

*

jueves, noviembre 12, 2009

Piraña en un kiosco

Leído
en el Pachamama
por la presentación del libro / disco
de Luvi Torres



Que ves un botecito amarillo y le hincás los dientes. Que te agarran unas locas ganas de partir un anzuelo cuando un pescador se tapa la cara con su sombrero. Eh, vos, Piraña, ¿conocés Ciudad del Este? Te voy a llevar.
Eh, Piraña, vamos a Ciudad del Este. Te voy a llevar. No me digas que no. Vamos los tres en el escarabajo de Manuel. A Manuel lo tenés que conocer. Te lo voy a presentar, Piraña. ¿Tenés una seda? Pasame. Manuel se la pasa volando, baja cuando aparece un fiambre. Dale, no seas quemo, decime que sí. Hay carnaval, la merca te la envuelven para llevar y por ahí te traés un pibe y se lo vendés a una jueza, Piraña, dale. Manuel nos lleva y nos trae. Me pidió si lo acompañaba porque le apareció un fiambre. Le cobro dos lucardas. Te doy 500, si vas. Y las patinamos allá. Pensá en el Carnaval, en las chicas, en los travas. Pensá que te pago todo. Pero no pienses en la plata. Eso dejámelo a mí. Piraña, prendé la turbina que este tutú está para arrancar.
Mirá, te cuento, si querés no vengas pero me harías un favor. Porque yo dije que vos eras un poronga. Pero nadie me cree. Y les dije que tenías los huevos para salir a la ruta y entubar lo que se te cruce.

Eh, Piraña, me vas a disculpar que llore. No lo puedo evitar. Se me salen las lágrimas de los ojos. Mirá si seré cabezón que estuve toda la mañana llorando y todavía me quedan lágrimas en el marote, Piraña. Vos sí que la sabés larga. Te pido un favor, no se lo digas a nadie. Tengo que volver a Ciudad del Este. Dejé una gurisa con mi nombre y mi apellido, entendés. Pero sólo no puedo. ¿Manuel? Manuel se va a cambiar la camioneta. Cruza con una y vuelve con otra. Yo no le importo a nadie, Piraña. A vos sí, a vos sí. Pero escuchame, te pago todo. ¿Qué tenés que hacer acá si te la pasás fumando paco y comiendo panchos con salsa golf? En Ciudad del Este los panchos van en limusine, cabezón. Dame un trapo que no puedo más.

Eh, Piraña. Eh, Piraña.
Piraaaaaña. Piraaaaña...

Siempre te quedás dormido en lo mejor. Una vez, en lo de Manuel, me quedé dormido. Me sacaron la ropa... toda la ropa. Me dejaron en bolas. Tenía un plan de vuelo indescifrable, imaginate: “próxima parada, el desierto santiagueño”. Me sacaron los anillos, las fotos, la plata, todo. Me rociaron con nafta. Con nafta, podés creer. No tenían otra cosa, imagino. ¿De dónde sacás tanta nafta? ¿Sabés lo que sale? Eso fue lo primero que pensé cuando me desperté, ¿cuánta plata habrán gastado? Me ataron las manos a una Ford F-100 que tenía Manuel y me hicieron caminar por toda la avenida hasta que se me pelaron los pies. Y me sangraron, obvio. ¿Podés creer que no me dolía? Me curtieron la piel con asfalto pero no sentía nada. Y estaba duro. Me pusieron de todo en la merca. Pero aguanté. Y al final, al final tuve que agarrar una .22 que era una cagadita. Pobre perro. A un perro y en la cabeza. Nunca me voy a olvidar cómo le lloraban los ojos. Yo no entendía nada; blablabla, por allá. Blablabla por acá. El perro me miraba, tenía la boca tapada con una cinta y las manos atadas con un cable coaxil. Yo le tiré, ¿quibaser? Tirale, tirale. Cuando se desplomó me di cuenta de lo sordo que estaba. Les veía las caras estiradas, las bocas abiertas con la espuma de la birra. Pero todo era un silencio... no te puedo explicar.
El fiambre soy yo, Piraña. Ese perro era el hijo de un poli, por eso nos vamos a Ciudad del Este. Pero si no venís me parece que me hacen culear y después me clavan de cabeza en las cataratas. Lo de la gurisa es un verso... Pero qué te importa a vos, siempre durmiendo.

Piraña, Piraña... despertate. Dale, yo te pago todo, Piraña.
Dale, despertate boludo. Secate la baba que parecés mi abuela. Tomá.
¿Vas a venir?



[ Gracias, Luvi ]


*

viernes, octubre 24, 2008

Bingo

*el cuentis
para el finde*



Salimos muy quedos. Teníamos la lengua un poco dormida pero nos pareció justo demostrarnos el afecto con sutileza por lo que un abrazo, en el zaguán, fue suficiente. La rubia hermosa junto a su novio inteligente ya habían empezado a discutir. Se los veía risueños por el alcohol aunque todas las flechas que se tiraban atinaban con maestría. La sutileza de los amantes del círculo polar siempre me sedujo y me pareció envidiable. Ellos, en cambio, no tanto.
Nos invitaron porque nos registraron. Nuestras caras eran increíbles. Tanta depresión para tan poco. Nos pareció que ni el sonido, ni la mística entre nosotros había logrado un buen show. Es más, para confirmar que sentíamos lo mismo les fui de frente:

-Esta fue la última vez.
-Estoy de acuerdo.
-Sí.


El pequeño tumor que apareció junto a mi corazón después del sí de Julián me terminó de confirmar que habíamos llegado al piso. Que de ahora en adelante solo se podía mejorar. Que no había vuelta al fracaso. Que la experiencia vivida y vívida del fracaso nos había terminado de llenar las venas de pura adrenalina y resentimiento y que el hambre de gloria, de triunfar, de ser alguien que no piensa qué billete saca cuando mete las manos en los bolsillos nos ponía en un lugar especial, de privilegiados, de sedientos guerreros en pos del triunfo, sedientos borrachos de amor y milagros inesperados: pero no.

-Si nos volvemos a juntar, les pego un tiro.

Cuando Federico avisaba, cumplía.
Entre el sí de Julián y el les pego un tiro de Federico, me senté frente a la rubia y el novio inteligente con tanta mala onda, con tan hondísima y evidente depresión, que ambos pensaron alegrarnos la noche contándonos sobre sus primeros meses de novios y de cómo le hacían los cuernos al infeliz de Aníbal. Qué risa. Ja ja.

Se acariciaban las manos. Se miraban en secreto y se rozaban debajo de la quilmes stout que nadie más que yo apreciaba. El mozo, desde la barra, le secreteaba a un gordo de camisa color salmón mirando nuestros platos vacíos y, al rato, el Dueño, vino a explicar por qué no se podía fumar en ese bar y por qué, si lo seguíamos haciendo, nos echaría a patadas.
Lo curioso fue eso: los echo a patadas, dijo.
Lo más cercano a ese tipo de amenazas lo había oído en Los Simpsons. Y ni siquiera visto: oído.

-Bueno, che. No es para tanto. Los chicos están pasando un mal momento y se confundieron, nocierto chicos...

El novio inteligente había sido rápido aunque la pena que nos arremangaba el corazón era más fuerte. La sonrisa de su rubia almidonó el nuevo aviso del Dueño por lo que tuvimos suerte y nos dejó irnos en paz. La pareja feliz, la pareja que comenzaba una nueva etapa de caricias esta vez en soledad, nos despidió con efusiva camaradería y rajamos al Bingo.

-¿Al Bingo?
-Sí, por qué no...
-Dale, puto. Te vas a divertir, haceme caso...

No, si yo no decía lo contrario. Me había sorprendido y por eso pregunté ¿al bingo? pero no lo hice en tono represor ni moralista. Tampoco iba a ser mi primera vez en el Bingo. Había ido al de Flores, al de Avellaneda y al de Valle Hermoso, en Córdoba. Qué lindo Valle Hermoso. Entonces, cuando pensé toda la plata que había gastado en las cervezas con la pareja feliz y toda la que había gastado en el recital me dije ¿al bingo? Lo que no pude evitar fue decirlo en voz alta.

Entramos por 2 pesos. El tipo de seguridad me miró desafiante porque se me había metido una basurita en la boca y la escupí en el suelo, mientras sacaba la plata que no usé porque Julián nos invitó con un billete grande. Lo único que hice fue sonreír. Federico se dio cuenta y me agarró del brazo con violencia, como rescatando al tío borracho que le apunta con el cierre a la sobrina en su fiesta de quince. Cosas que pasan.
Adentro había más mozos que mozas.
Her-mozos. Señor Mozo. Su mozo. (El mozo de ella).
Ninguno de los mozos hacía contacto visual con los clientes. O con casi ningún cliente. Con nosotros lo hacían porque no se nos entendía una palabra. Federico era el que hablaba. Julián y yo estábamos listos para el champagne, esperándolo. Habíamos pedido uno muy barato y berreta pero cuando brindamos se nos pasó tan inmediatamente la depresión que se nos olvidó que quien tenía que pedir las tarjetas era Federico así que mientras los mozos cortaban los cartones nos miraban la boca a Julián y a mí con un dejo de fascinación y hastío que daba ganas de arrepentirse.

-¿Cuántos?
-Dame tres... no no, cuatro... ¿cuatro está bien, Juli?
-No, pedí dos, y dos después.
-Bueno, dame dos.

Como todos ahí adentro, teníamos estrategias, cábalas. Mientras la dormida cantaba los números del segundo bingo en el que jugamos a mí se me distrajeron los dedos y el vasito de champán se me cayó en el pantalón nuevo que había estrenado para resaltarme las bolas y que las dos minas que podían haber ido (que no fueron) y que podría haberme garchado, se volvieran locas cuando cantara "A vuelo de pájaro", nuestra balada endemoniada. Como en esa cantata casi saco el bingo antes de las 40 bolillas (me faltó un número casi todo ese juego), no me limpié ni el pantalón de mierda ni cambié el vaso que tenía un poco de pelusa de la alfombra creyendo que podría ganar algo.

¿Con decirles que sigo escribiendo blogs
se entiende que no gané ni mierda?

-No importa, loco.
-Eso, traé otro champán.
-Morzo, Morza, Mozad, Mozta...


Un peludo susto me pegué cuando vi pasar una mina que se parecía enormemente a mi madre.

-Yo te juro... me llego a cruzar con mi vieja ahora y me hago Cristiano, Julián... te juro...

Federico seguía el bingo por el tablero. Miraba qué número se iluminaba y tachaba en el cartón. En cambio, Julián no miraba el cartón. Tomaba con la hidalguía de un Lord casi sin mirar el número que tachaba. Nunca supimos si ganó algo. Decía que se aprendía de memoria el cartón al mirarlo un segundo y que después iba tachando mentalmente.
Juli es el más loco. Desde que conoció a Javier Malosetti, está hecho un pelotudo. Toca el bajo como nadie y el oído absoluto que tiene se lo envidia hasta el flaco Spinetta que pasó un día entero con ellos dos improvisando en la sala que tienen por Colegiales y donde graba también el hijo del flaco. Se le acercó al final del ensayo y le dijo "vos tenés futuro, colo, cuando se te enderezen los planetas vas a dar vuelta todo: tenés poesía".
Me acuerdo de aquél día y todavía me río. Al final de ese ensayo memorable tenía uno con nosotros. Llegó y nos obligó a sentarnos frente a la bata, corrimos todos los pie de micrófono y, en círculo, a la vista de la pareja perfecta que siempre nos grababa los ensayos o pasaba a fumarse un porro en la sala mientras tocábamos, nos dijo que tenía una misión en la vida: había visto a Dios y le había dicho que la banda iba a romper todo.
Nos hizo comprar ropa nueva, nos hizo peinarnos distintos y sacarnos fotos. Estaba embaladísimo. Al tiempo, Federico mandó todo al carajo y se cruzó en la pecera con Julián. Tuvieron que separarlos porque casi se matan. Federico es malo, maldito. Es chiquito y flaco. Nadie entiende de dónde saca la potencia con la que toca la bata. Juli es enorme. Si lo agarra se matan. El sonidista los separó porque sabía que Fede iba a perder la vida si dejaba que Juli se volviera letal y también sabía que Federico iba a desarmar la pecera hasta encontrar un arma con la que asesinar al grandote si los puños no lo ayudaban. Cosas que pasan.

Mientras ellos discutían a partir de una marca de gel que estaba vencida y que Julián decía que había que usar y Federico que no, improvisé una base de blues en do y empecé a zapar. Los mogólicos (a la pareja feliz les digo mogólicos cuando están fumados) aplaudían y se reían. De verdad parecían estar disfrutando esos punteos de mierda que me salieron. En realidad, estaban buenos. Así como el porro los volvía mogólicos, también los volvía sinceros. Si no estaba bueno, ponían una cara de culo que venían los bomberos por el olor. Por eso los dejábamos venir. Eran los únicos puntuales. Venían porque nos marcaban un camino aunque ellos no se dieran cuenta.

-Hijodeputa... te volbiste locco, la recncha de tumdre.
-Sos vos FracSsado de merda que no se da cuenta del talento con el que tovvvca
-No me roompas másss sh w las pelotas la putamadre

Yo creo que zapé media hora antes de avivarme de que se estaban agarrando de las mechas, incluido el sonidista Osvaldo. Julián tenía una silla en la mano y Federico una caja de shure llena de cables que rebotaba en la consola y hacía saltar las perillas. Me empecé a reír, sin quererlo, sin pensarlo y los mogólicos se contagiaron. En una de esas, Osvaldo giró sobre la consola, cayó y empezó a salir nuestra risa adentro de la pecera. Eso los sorprendió y todos agarrados de los pelos del otro se empezaron a reír con nosotros. Fue muy pero muy liberador, diría Hanglin.

Federico pidió otro champán y mientras puteaba al número 23 lo miró a Julián y le dedicó una sonrisa de hermano mayor. Yo los miraba y me daba cuenta de que la mística estaba ahí, en la mirada y los gestos de Juli. En las maldiciones de Federico y en mi melancolía pedorra.

-¿Sabés que estás re loco, Juli, no?
-Y vos sos un maricón.
-¡Brindemos por eso! Que en este Bingo de mierda es la única alegría que vamos a tener.
-¡Eso!
-Salú.
-Salú.
-Salú.


*

jueves, octubre 23, 2008

Biografía de autor

Sebastián Silva

Nacido en el año 1977 arranca sus estudios secundarios consciente de su alto nivel de sensibilidad y le dedica dos o tres años a la lectura de poesía. Conoce todo tipo de extremos adolescentes y su vida gira en torno a los viernes, sábados y domingos durante los cuales, con un grupo de amigos, conoce varias drogas y toma todo tipo de bebidas. Su siguiente etapa, bastante más violenta, lo encuentra en la cama de varias poetas que le demuestran que su talento innato es un invento de su madre que siempre lo apañó y estimuló para que "hiciera arte".
Decide alejarse de la literatura sin haber escrito un solo poema y comienza a trabajar una vez terminado el secundario. Tampoco encuentra placer en el trabajo por lo que empieza un diario de crónicas de sus viajes en el colectivo línea 93 de lo cual extrae su primer libro de cuentos Recorrido Empedrado.
Editado por una editorial que le cobra mil pesos en todo concepto, no vende más de 100 ejemplares por lo que decide llevar los 600 restantes a San Justo, la casa de su abuela. Allí conoce a Elena, la enfermera que cuida de su abuela. Elena será la única mujer que le provocará orgasmos múltiples y a quién le dedicará su siguiente libro de relatos eróticos, Taladro mecánico.
El libro permanece inédito por lo que decide empezar un taller literario e invertir el dinero en más clases y no tanto en libros. Conoce muchos escritores que solo le reconocen como bueno el título de su libro inédito por lo que decide escribir otro. Copiando a sus compañeros, usándolos como personajes o utilizando sus consejos, escribe su primera novela: El Embalse Roto.
Tampoco se publica.
Decide abandonar la escritura para contactarse con el fondo mismo del alma emborrachándose en bares donde consigue sexo fácil y drogas blandas. Conoce a una cuarentona que la dobla en edad (y en la cama) quien casualmente tiene una editorial independiente en franco crecimiento. Para estimular los encuentros, la cuarentona propone editarlo a cambio de mantener su relación de amantes durante un tiempo. La novela se publica sin mucha pompa y poco a poco se transforma en un pequeño secreto elogiable.

Durante dos años vive de viajar y escribir crónicas de sus viajes para publicarlas en un diario de Junín bajo el pseudónimo de Rafael Peralta Ramos. Se contacta con grandes empresarios sojeros quienes lo estimulan a publicar sus novelas e invierten en el gasto de publicación. La novela vende miles de libros aunque nadie conoce una sola foto de Rafael Peralta Ramos. Ya no tiene amante y con algo de dinero en el bolsillo decide anotarse en un taller literario a cargo de un joven editor bastante famoso que antologa para grandes editoriales. Lo reconoce en una fiesta electrónica y le invita las drogas toda la noche en la que terminan juntos en una cama aunque con la ropa puesta.
Este secreto los une y Sebastián lo utiliza para extorsionarlo ligeramente.

Nuestro Rafael, ahora vuelto nuevamente Sebastián Silva, publica sus primeros cuentos a pedido logrando cierto reconocimiento entre los críticos de los más importantes medios de comunicación. Le piden que recomiende jóvenes escritores para seguir antologando y hace una lista de todas las mujeres y hombres con las que tuvo una relación mínimamente sexual: el criterio le sorprende al adicto editor quien, de todas maneras, le lleva el apunte y los libros se transforman en un best seller nacional de gran llegada.

En ninguno de esos libros están sus cuentos.

Ahora trabaja en una biblioteca.
Con tres novelas inéditas y un libro de cuentos en work in progress trata de no juntarse con ciertos muchachos a los que solo les interesa el alcohol y la fama de pacotilla y espera que le llegue un mail serio de una persona seria para publicar unos de sus muchos libros serios que escribió cuando tomaba merca en compañía de aburguesados escritores sin fama.


*

jueves, octubre 02, 2008

No lo soñé

El montaje final es muy curioso,
es en verdad realmente entretenido
vas en la oscura multitud desprevenido
tiranizando a quienes te han querido.


Samanta Schweblin tiene blog. Sacó uno hermoso. Con unas fotos que consigue de un servidor gratuito y otras que trae de su propio puño y mouse. Consigue unas colaboraciones de escritores españoles que no se entienden una mierda pero me gustan igual porque ellos entregan todo en cada colaboración.
Samanta se levanta todas las mañanas, escribe un par de párrafos y luego los va macerando. A baño maría, sin descuidar su trabajo, deja entrever que lo suyo es una real preocupación por su carrera de artista, de escritora, de mujer en las letras. Porque antes que escritora es mujer. Y este país de mierda se lo hace pagar en cada concurso y en cada entrevista. Se la menosprecia sutilmente como cuando en Chiapas a las mujeres les prohibían amamantar a sus sucios aborígenes hijos y ellos entre gemidos suaves mamámamánomeabandones iban muriendo hasta hacer desaparecer su raza.
Pero eso no tiene nada que ver con la alegría que siento porque Samanta Schweblin se decidió a tener un blog. Pone pocas fotos pero están muy bien elegidas. A veces, lo menciona en algunos post, las retoca porque le parece que no están bien. Es bastante segura y por eso la visito cada día con tanto fervor; no es de esas bloggers que están todo el tiempo llorando porque podrían haberlo hecho mejor y no les salió o no se animaron o piden que, por favor, sepamos entender el apuro.
¿Apuro?
Es un blog.
¿Quién te apura, blogger?
¿A quién le escribís, blogger?

Samanta no le escribe a nadie. O sí. Se escribe a ella misma. Pero todos sabemos que es mentira. Compartimos el secreto porque sabemos que eso es lo que hay que decir. Ella hace un blog para ella misma. Un blog hermoso. Un blog en el que se ven unos videos extrañísimos; selecciona imágenes de películas que le gustan, les pone una imagen de fondo y crea un video clip que reversiona cada película. Elige los fragmentos más conocidos o que a mí me parecen los más conocidos de esas películas que por supuesto no vi.
Y es que así funciona la operación del artista; elegir elementos del populacho, reversionarlos y que a la gente que ya los vio les pase algo distinto, algo que les provoca uno mismo. Uno como artista.

Pero esos fragmentos no son populistas.
En los video clips, me dijeron otros bloggers fanáticos como yo de su blog, coloca imágenes de películas de Andrei Arsenievich Tarkovski. Está fascinada con Stalker. Jamás vi ninguna película de Tarkovksi pero el videoclip que hace Samanta lo entiendo igual porque a ella la sigo aunque ponga imágenes de Flavio Nardini.
No hace mucho que escribe en su blog. La mayoría de las veces habla de su día a día. De sus formas de entender algunos párrafos de libros que lee. Si uno presta la debida atención puede preveer cuáles serán sus obsesiones. Adónde busca y adónde encuentra. Sabrá que lee autores que desprecia porque es una escritora seria que no sabe desdeñar con pocos argumentos.

A mí me gusta Samanta Schweblin.

Lo que no me gusta es que no deje poner comentarios. No hay ningún comentario en su blog. Y eso me preocupa porque una artista como ella que no tenga ganas de dialogar con sus lectores... creo que es una vieja concepción de la literatura. Hay cosas que deberíamos incorporar todos. Es difícil, ya sé, pero en los tiempos de la aldea global en la que todos en pelotas revoleamos la brocha gorda me parece importante para un artista estar al tanto y dialogar. Y si no dialoga porque quita los comments pues que dialogue con nosotros en un bar. En una revista. En un suplemento.
Por suerte dejó de escribir esas columnas dominicales. La verdad que no la favorecían y como me dijo algún columnista alguna vez, te exprimen la papa, funes.

Ah...
y su discurrir...
las dudas
sus enormes cavilaciones

Eso es otra cosa que me gusta de Samanta Schweblin; la cantidad de preguntas que tiene. Las que se hace en el blog. Cuando cuenta sus sueños y aclara que no son sueños inofensivos, fútiles "como el blog mismo. ¿Adónde empieza un artista? ¿Adónde empieza la obra? ¿Hasta dónde uno puede escribir y escribir y escribir sin aparecer?" Es admirable el desarrollo de su pluma a lo largo del archivo del blog. Podría escribir horas sobre lo que a mí me parece admirable de su blog. Soy un fanático obsesivo de los blogs y de la manera en que cada blogger encara esa forma de "publicación" y exposición. Están los que se sacan fotos sin mostrar sus caras que son insoportablemente neuróticos. Están los que solo ponen poemas o cuentos como si su blog fuera un libro. Están los que flashean con las caras de los otros. Los que se ponen pseudónimo para no herir susceptibilidades. Los que se desnudan para la foto. Los que dicen malas palabras como niños en el recreo. Los que buscan novix. Los bloggers que ponen avisos, todo el tiempo, como yo, porque nos parece la única manera de atraer gente para que nos lea...
Y están los otros.

Los verdaderos artistas.
Los que piensan que ser artista es un trabajo y no un hobbie.
Los que se cagan en la opinión del público aunque dialoguen con él.
Los que sienten con el alma y se exponen con el cuerpo.

Los verdaderos artistas de raza.
Los que cambian el mundo, todos los días, un poquito.

Esos son los que me gusta leer, copiar, promocionar.

Samanta Schweblin tiene un blog. Yo lo vi. Se sienta todas las tardes y corrije párrafos que escribió por la mañana y por la noche publica. Samanta tiene claro que en un futuro, le van a reconocer su trabajo.
Por eso la sigo.
Y por eso este post.
Bueno... y
porque no deja poner comentarios
de ningún tipo.


*

viernes, mayo 30, 2008

Anecdotario blanco

Una vez me invitaron a una fiesta. Una fiesta de cumpleaños en enero. Una terraza de Villa Crespo. Tenía un hermoso piano de pared a la intemperie. Como la cumpleañera cantaba y componía tangos subió el instrumento a la terraza con ayuda de sus amigos y nos invitó con unas canciones. Frente al piano (escenario) la hija había montado una barra totalmente generosa en tragos; su noviecito de apenas 20 años ya era barman así que tomamos de todo.
Se hicieron las 4 am y todavía daba ganas de seguir. Después de los tangos hubo grandes cajas de sonido que tiraron 1000 watts de rock de los ´80 ´70 ´60 y hasta ´50. Nada moderno, todo fabuloso. Un amigo nuevo, de esos que son amigos porque nos caen simpáticos una noche de verano en una fiesta en una terraza bien loca de Villa Crespo, me miró un rato largo y me pidió si lo podía acompañar hasta el microcentro.
-Vamos a comprar milanga, ¿me bancás?


Volvimos enseguida.
En una kangoo amarilla y negra fuimos hasta Lavalle y Maipú donde un tipo en la puerta de un edificio bastante iluminado esperaba a los distintos compradores y les ofrecía a buen precio ravioles de 1 gramo o bolsitas de 5. Mi nuevo gran amigo compró una bolsita transparente. Corría el año 2000 así que la papa que compramos estaba purísima. Lo que habían cortado eran los allanamientos por un ferviente entusiasmo del Ministro del Interior de la época que no estaba dispuesto a pasar el año nuevo con merluza de la vieja o cortada con vidrio molido. Dicen que hasta en el Congreso de La Nación hubo festejos aquél 1º de enero de 2000 pero no se pudieron tomar toda la que "dejaron de incautar" así que repartieron demagógicamente algunos cadáveres.
Nosotros, los desprevenidos cocainómanos apolíticos, de para bienes. Lo mío era más apolítico que cocainómano pero aún así, chocho. Es más, si mal no recuerdo (perdí varias neuronas en el camino y a veces me cuesta), aquella vez en la terraza de Villa Crespo fue mi primera vez.
¿Te acordás que Jorge siempre preguntaba cómo había sido tu primera vez?
Bueno, la mía, ni la sentí.


Llegamos y nos instalamos en la barra. El barman jovenzuelo ofició de tester y, sin romper la bolsita, sacó una púa de guitarra y en la punta cargó un pétreo saquito para probar y dejarnos tranquilos. Cerró los ojos y cuando los abrió, rojos, saciados, plenos, gritó ¡hagan una fila!

Esa parte fue graciosa. Mientras le contaba a la cantante adónde había ido en la kangoo me preguntó si eso también lo había pensado yo: diez tipos en fila detrás de la barra con pajitas que sacaban del daikiri y servirían para tomar las líneas que mi nuevo gran amigo iba armando. Eran finitas. No generosas pero tampoco nocivas. La idea era terminar el alcohol que sobraba así que nadie se quejó del alto nivel de prevención en pos de la sociabilización de falopa.
A mí me tocó undécimo. La pajita que me dieron estaba usada. Creo que un poco húmeda (neuronas) pero también había rastros de solidaridad blancuna. Avisé que era la primera vez que tomaba así que mi nuevo gran amigo aplaudió sonriente y me aconsejó dividir la peinada.
-¿Sos zurdo o diestro?
-Diestro.
-Bueno, la primera dale con el oyuelo derecho, hasta la mitad. Y aunque levantes el canuto no dejes de aspirar.

Fue raro aunque estimulante para seguir hasta el mediodía de aquél caluroso enero e inaugurar mi álbum blanco de anécdotas limadas.


De lo que no me puedo olvidar es de la boca de aquél nuevo gran amigo. De su boca en el momento justo en que pronunciaba la palabra oyuelo. El tono didáctico, el movimiento de sus labios, mi fascinación. Esa palabra hablaba de mi nariz. Una palabra que no veo ni oigo ni escribo desde el principio del año 2000.
Igual, reencontrarme con esa palabra (y en itálica) no fue tan lindo como esperaba. A veces espero demasiado.


*

jueves, mayo 29, 2008

Un tipo que la sabe lunga


[...] Durante esos años —flaco y elegante— descubrí unas cuantas técnicas que el gordo roñoso que soy ahora (y que había sido antes) no conocerá nunca. La más importante ocurrió una mañana, y fue sin querer. Había pasado la noche drogado y me amaneció el hambre en la cabeza. Un hambre voraz y primitivo. Como ya era de día me vestí para ir a la redacción y de camino pasé por una panadería de la avenida Santa Fe. Yo estaba de punta en blanco, hermoso. ¡Ah, qué bien me quedaban los trajes en los noventa! Pedí media docena de medialunas y una empleada joven las empezó a poner en una bandeja [...]

la verdadera gran historia
sin censura
que salió el domingo en
la revista C de Crítica de la Argentina
Un pibe que de joven no tiene nada
pero como narrador le pasa el trapo a más de uno

[ historia completa ]


*
ah, postdata: aguantá gordo querido que te están queriendo colonizar. "hambre voraz y primitiva" suena como la recalcada, cajetuda y olorosa concha de la lora... pero no te cortes los dedos hasta que consiga la maquinita que tiene Stephen Hawking para dictar los textos...
después hacé lo que quieras


*

miércoles, mayo 14, 2008

Tengo un plan

Voy a ir a ver Bailando por un sueño. Necesito que alguien me acompañe. Voy a ir como público. Voy a llevar una bandera que diga "Gonzalez Catán presente" o "Tigre y San Lorenzo un solo corazón". Voy a llegar para aplaudir a todos los que bailen. Si está el cieguito también lo voy a aplaudir. Con muchas ganas tratando de no asustar al lazarillo. Voy a gritar por Moria. Le voy a tirar un par de papelitos a las bailarinas del show para que alguna me llame por teléfono, me mande un mail o me deje un comment en este blog. Si mi novia me deja me la garchoteo un rato y después la olvido. Un olvido de esos raros... de esos olvidos que te dejan un gusto amargo en la boca.
Igual, estoy soñando.
Porque no creo que me quieran garchotear después de lo que quiero ir a hacer al programa.
En el momento más tenso de la noche, en la votación arreglada, en el pico más alto de rating voy a saltear a los guardias de seguridad, voy a colgarme del cuello de Tinelli y voy a gritar que la nueva narrativa argentina contemporánea no está muerta. Que seguimos vivos. Que somos escritores y queremos publicar. Voy a gritar, sin soltar los pelos del bolivarense, que tenemos ganas de que el gran público, ese gran público que nos está viendo en este momento, Marcelo, nos lea, nos compre y nos acepte. Que somos medio idiotas algunos. Que somos un poco aparatos otros. Que la mayoría toma pastillas y usa anteojos de tanto leer contranatura, Marcelo. Las enfermedades en los ojos se propagaron, Marcelo. Todo por culpa de los blogs. Queremos dejar de escribir blogs, Marcelo. Queremos escribir libros. Tenemos historias a pesar de que se acabaron las historias, Marcelo. Nadie nos quiere publicar, Marcelo: entendeme, por favor. No es contra vos ni contra tu programa.


Voy a pedirle, a quien acepte venir, que me haga de campana. Que apunte al camarógrafo para que me registre. Si somos tres ponemos uno en la cabina de dirección para que no corten la transmisión. Si somos cuatro le pido que se plante en la puerta del estudio y no deje pasar a nadie. Si somos cinco le digo que agarre del cuello a Moria y grite "quietos todos o le disparo en una teta" para lograr la mayor atención y silencio posibles. Si somos seis le digo que llame a mi mamá para que le avise que está todo bien, que es por el bien de la literatura joven que quiere triunfar antes de escribir, que quiere publicar antes de ser autor; Mamá, esto va por vos y por todos los escritores en pañales que se desviven por ser Paulo Coehlo.


Voy a terminar mi discurso encendido, enajenado, golpeando a Marcelo en la cabeza para que se duerma y sacrificando al lazarillo del cieguito para que no sufra más. Y cuando haga eso, les voy a pedir a los que acepten la convocatoria que se paren frente a cámara y digan sus nombres. Sus nombres de escritores. Si tienen libros que digan los títulos de sus libros para que se vendan. Que digan dónde se consiguen.
Y cuando eso termine les voy a pedir que tiren las armas y esperen a la policía.
Que no digan una palabra.
Que teníamos un plan y lo acabamos de concretar, muchachos.
Buen trabajo.


*

viernes, febrero 15, 2008

V - Invasión Extraterrestre


El domingo pasado fui a Casa Brandon.

Una de las cosas que tenía que hacer la hice; fue rápida, divertida y muy estimulante. La idea de leer ahí me excitaba un poco. Es un lugar bastante concurrido, bastante conocido y con muchas cosas para hacer. No solo eso; la última lectura que se hizo en Casa Brandon la organizó una profesora de Puán y no salió muy bien que digamos, de eso me enteré, así que por ese lado, también era estimulante: había que convencer a los dueños, con la ayuda de Nadia, de que El Quinteto la va a romper y que no es como las habituales lecturas de narrativa.

Entonces, asunto terminado, puse manos a la obra con la segunda tarea.

Nadia organizó un ciclo de cine. Un ciclo de serie, más bien diría. Se trata de la proyección de todos los capítulos de la serie V – Invasión Extraterrestre.

¿Quién no se acuerda? Yo no me acordaba porque tenía bastante calentura en esa época y solo miraba minitas. Minitas que no me daban ni la hora así que me la pasaba en el baño haciéndome la pajota pensando en todas las cosas que le diría a la próxima minita que me cruzara. Porque me cruzaba muchas minitas, encima.

Cuando entré a Casa Brandon me senté en uno de los sillones al lado del parlante y una lamparita amarilla porque vi que faltaba un rato (llegué puntual) así que seguí leyendo “Sandra” de Ariel Magnus (a 4 points en Corrientes). Al rato empezó, llegó la cerveza y al toque bajaron las luces.

El comienzo me puso la piel de gallina. Había buenos efectos. Algunos no tanto, claro claro; cuando Diana se mete un ratón en la boca... boah... Pero yo pensaba que iban a estar todas las naves nodrizas pintadas con témpera y... ¡no!

Lo mejor fue cuando vi a Diana con esos pelos negros, locos y revueltos o a la doctora Juliet, rubia hasta la eyaculación, preciosa mientras se recogía el pelo. Qué momento el reencuentro con mi adolescencia: ¡qué linda Diana, viejo! Y los ojos de la Juliet, ese cutis, la sonrisa. Obvio; me sentí otra vez en el baño de Lugano.

Esta serie está buenísima, fue lo otro que pensé (creo que también lo dije). Una de las mejores partes que vi fue cuando el mexicano que mantenía los jardines de las casas tipo country de los protagonistas (que ya anticipaban la moda retrógrada que reina en distintas partes del conurbano bonaerense) fue rescatado de las garras de los invasores, malherido, cansado y a punto de espichar y dijo, mientras apretaba fuerte la mano de Donovan:
-¿Sabés por qué no los delaté? Porque mi abuelo peleó con Zapata.

Todo Casa Brandon explotó en una carcajada.

Donovan miraba con una cara de me duele el culo de tan chupín que es el jean que mandaron hacer para que las fans se vuelvan locas con mi bulto y seguramente pensaba “menos mal que no existe lo que en un futuro será una revolución mundial llamado Internet; hoy en día hasta un niño sabría quién es Zapata y yo no tengo la más puta idea pero con esta cara que estoy poniéndole mientras el sucio éste se muere les da a entender a todos que no debe haber nadie mejor que yo para ser el líder de la resistencia a partir del capítulo 4 o 5... Pará, ¿era el 4 o el 5? Porque a mí ya me cruzaron con la rubia en el 1... esa no sabe nada pero qué rica nena, espero que se cure pronto de la renguera así me le emperno en el trailer de Diana y cuando llega nos encuentra bien en pelotas y se prende a la fiestonga... Ah, que putaza que es esa Diana, ¡cómo le gusta el ratón! Aunque, ahora que no puedo creer que estoy pensando tan hilado; me re calienta el bastón de la renga, le podría enseñar un par de trucos a Diana...”

-¡Corten! ¡Bien, Donovan, muy buena escena! ¡Se imprime!
-¿Estás bien, zapato... digo... Zapata?

-Sí, sí, gracias señor Donovan, gracias por la oportunidad que me están dando porque representa un gran avance en la lucha contra la discriminación hacia la gente de México, cabrones. Cuando me vean progresar con el dinero que obtenga de las 6 escenas en las que tengo bolo menor todos van a querer venir a este hermoso país que le da pan al que no tiene dientes y engorda al resto de la sociedad al punto más obsceno de la obesidad... ah... suena lindo: obsceno – obesidad...

-Zapato, ¡Zapato!

-Sí, señor Donovan, disculpe, estaba...

-Sí, sí, sí; tomatelás, querés. Y traemelá a Diana, decíle que tengo un truco para enseñarle con el bastón de la Juliet, me hacés el favor.

-Sí, señor Donovan.

-Y cucháme otra cosa: modulá, boludo. ¡Modulá y hablá despacio que Diana no te entiende, querés! Después llega re caliente que no soporta a la gente que no habla su idioma y me infla las pelotas que no te das una idea. Para embocarla tengo que chuparla con el champagne y me sale un huevo.

-Sí, señor Donovan. Enseguida.

Me imaginaba escenas o diálogos... Hubo una pausa en la que se prendieron las luces y se pudo ir al baño (tanta birra... había agua para 20 kilos de aceituna) y también me imaginaba diálogos durante la filmación, entre escena y escena:

DIANA: Che, otra vez tengo escena con ratas, boluda...
JULIET: ¿Me estás jodiendo? Sos alienígena, boluda. ¡Obvio que vas a tener escenas con las ratas! Agradecé que por lo menos no te las comés...
DIANA: ¿Y quién te dijo que no las como?
JULIIET: ¿Me estás jodiendo? ¡No te la pueda creeaaaarrrr! Yo sabía que no tenía que agarrar viaje... hice bien en tirarle el chinchulín al Director... además estar en la resistencia es lo más...
DIANA: ¿No ves que sos una boluda? Mirá si voy a tener que morfar las ratas, pajera.
JULIET: Ah, ¿no?
DIANA: No, boluda, qué decís. Te estaba jodiendo. ¿Así que le tirarse la goma a Kenneth?
JULIET: No, tarada... qué te pensás que soy... también te estaba jodiendo...

Pausa.

Diana y Juliet se esquivan la mirada unos segundos hasta que se buscan de vuelta y estallan en risas exageradas y poco sutiles.

DIANA: ¡Boluda! ¡Jajajaja! Por poco te creo con esa cara de mosquita muerta que tenés... ¡Jajajaja!
JULIET: ¡Jajajaja! Viste... no me jodas que te puedo hacer mierda, pajera.
DIANA: ¡Jajajaja! ¡Qué tarada! Vení, acompañame. Vamos a ver al jeropa de Donovan que me anda buscando de vuelta.
JULIET: Ay, dale... como le doy al tarado ese. Che, ¿llevo el bastón?
DIANA: ¡¡Y dale!!

Por suerte el diálogo fue interrumpido por el comienzo de la segunda parte. Pasaron el capítulo 0 (o curiosamente llamado piloto) y el capítulo 1. La emoción cuando terminó el 0 fue tan grande que todos aplaudimos: había como 50 personas. Fue ovación, mejor dicho. Y no te puedo explicar lo que fue la muerte de Ben, queridx. Una desgracia. Te juro estaba tan inmerso en la serie que se me arrugó el corazón de tristeza. Pobre Elías, el hermano, un chorro de poca monta que había perdido sus referentes masculinos y ahora estaba despertando a la vida de la mano de Juliet ayudando a la Resistencia... bueno, qué lindo sería que Juliet me despierte a la vida, ¿no?

¿Y al final final? Cuando Elías y Juliet salen de la sala de comunicaciones y el chorro decide pintar la V en la puerta con el aerosol rojo... ¡Ah, la piel de gallina se me puso!

Te digo; este domingo a las nueve no me pierdo ni rengo la continuación.

domingo, diciembre 02, 2007

Erotic room

Anoche soñé con Macri. Que me lo encontraba en una parada de colectivo, a las 3 de la mañana. Cerca de tu casa, Jota; ahí por Urquiza. Se me acercaba y me pedía una moneda para viajar. Tomaba el 114 para el lado de Barrancas. Le dije que no tenía pero que tenía 2 pe que los cambiábamos en un kiosco si quería.
Me contó que le habían robado a la salida de una parrilla por Triunvirato y la vía.
-¿Desde ahí te viniste a pata, bigote?
-Sí, quería pasar por el Pirovano. Me pincharon con una faca, ¿ves?
Se levantó la camisa color caqui para mostrarme el riñón, así que tuve que sacarme los auriculares porque Cochise estaba al palo y quería escucharlo. Tenía los ojos llorosos, pobrecito, el bigotito como metido adentro de la nariz, atemorizado, de a ratos, en las cuadras sin iluminación parecía lampiño, parecía que lo escondía en sus fosas nasales para que apenas lo confundan.
-Está complicado, siempre es lo mismo - le dije cuando vimos el quinto kiosco cerrado.
-Si querés vamos a casa. No es lejos.
-¿Pero vos no vivís por Barrancas?
-Si querés vamos - insistió.
La verdad que a esa altura lo único que quería era escuchar Audioslave. Tenía unas ganas locas de que algo en mi puta vida me alegrara.
-Porque estoy triste, sabés, Mauri.
-No me digas, yo también. Nadie me quiere. Soy un queso. Todo lo hago mal. A la parrilla fui sin custodia porque pensé que Villa Urquiza era un barrio seguro.
-Villurca, tegobi... y no, le pifiaste, es más jodido que cueva talibán.
-Pero es re careta.
-Justamente. Lleno de ladris, preguntále a Jota.
-¿Quién es Jota?
-Un amigo de Fede.
-Defe.
-¿No eras de Boca?
-Para ser Presidente de Boca, no hay que ser hincha de ningún club. Hay que manejar plata, ¿entendés? Llegamos. ¿Subís?
-¿Adónde, Mauricio?
-A mi casa, Funesito.
"Funesito" lo dijo con un tono tan afrancesado que pensé en Telerman con bigotes. Y de repente estaba Macri, encima mío, con la camisa puesta, sin pantalones, cabalgandome al ritmo de Audioslave que me había dejado poner en su computadora conectada a un cinco punto uno que ocultaba los gritos y hacía temblar el durlock de un edificio de 124 pisos parecido al WTC.
No teníamos forros pero a él no le importaba: con la vaselina alcanzaba y sobraba...

miércoles, noviembre 28, 2007

Mailing list

Dedicado a AjV


Me llegó un mail que dice qué mal que andamos acá. Acá es Chile. Del otro lado de San Juan. Pascua Lama se llama. Parece que encontraron oro abajo de unos glaciares y van a prenderlos mecha para llenarse de guita. El padre de Bush, un pulpo: no se pierde una con Barrick. Van a derretir dos kilómetros a la redonda de Pascua Lama para meter máquinas y cavar hasta forrarse de oro. Y en el mail había una lista de seres humanos comprometidos y sorprendidos de los otros seres humanos que no pueden parar de derretir el planeta.
Porque es así, lo explicaba Bush (h) en una entrevista: uno se levanta con ganas de apretar un botón que derrita algún glaciar del sur del planeta, ahí por donde pesca mi amigo Douglas Rainford Tompkins, cachai.
Y de autodestructivo que soy me puse a revisar la lista de los adherentes, comprometidos e indignados seres humanos que no pueden con su impotencia y arman un mailing hermoso por sus hermosas fotos de focas o paisajes blancos de agua congelada. Eran 172 seres numerados que adherían. Muy ordenaditos y sin faltas de ortografía. El número 200 tenía que reenviar la lista a
salvemosalasballenasytodoloquetengapielaceitosaypozosenlacara
arroba
gilmeil
punto
com
Pero el número 135 me pegó en las bolas: Sofía Gutiérrez. ¿Qué hace esta mina acá? Esta hija de mil putas, reverenda conchuda de mierda. ¡Qué hace en mi computadora! Si la llego a cruzar en la calle la prendo de los pezones y la cuelgo del Centro Cultural Konex. Reventada ortiva vigilante y puta. ¿¡Cómo mierda llegó a este mailing bosta de ayudemos por internet que mi culo está muy grande para levantarme de la silla!? ¿Seguirá teniendo el culo grande y celulítico al que tanta viaba le di? Me están persiguiendo los putos de la SIDE por lo que puse de Cristina, seguro. Para que me ponga del orto. Para que me pelee con todo el mundo.

Pero ya fue, no le voy a dar bola. No voy a ceder a que me rompan la rutina. Ahora llego a mi casita, me prendo un faisán, me estiro en la cama y a esta cocinera de testículos me la olvido con Heroes de Bowie al palo en el emepetrés. Tengo auriculares que me tapan las orejas. Con eso y la anchoíta en alguna pecera; la piloteo.




¿A qué mierda se habrá ido a Connecticut? Si acá tenía de todo. Una casa a dos cuadras de Letras. Barrio hermoso, chinos a la vuelta, un parque a dos cuadras y nos atendíamos todos los días. ¿Para qué se fue? ¿Y cómo mierda termina en este mail? ¿Quién me lo mandó? Un boludo, encima. Voy a responder, claro que sí. Voy a poner, que es cualquiera. Que son unos paranoicos de mierda, que cómo van a derretir los glaciares de Chile, de San Juan. Alguno habrá quedado afuera de un negocio y le tiran el muerto de la Barrick, que el mundo se derrite, nombran a Bush padre y listo se prenden las alarmas Greenpeace que tienen en el culo lleno de várices.



Pero a ella no le va a llegar. Y seguro que si le llega, se lo va a pasar por el quinto DIU de la argolla. Leprosa. Ojalá se le caiga la pierna de tanta pija. Ojalá tenga un pibe que curse en Columbine y a los 14 años agarre una metralleta y se reviente las encías después de cargar con doce maestros y ocho padres.
Total, a mí no me va a importar.

lunes, noviembre 19, 2007

Home sweet home

Llegamos al hotel caminando por la ruta. Se llamaba Claumar y lo atendía un señor grande que se disculpaba por no tener la habitación libre a nuestra llegada. Lo atendía el señor y su mujer.
La ruta me hizo acordar al partido de Esteban Echeverría, a Trasradio, al Camino de Cintura; inmensos campos de deportes (de mutuales ) o sindicatos o remolques de camiones al costado de la ruta.
La ruta 34, en Rafaela, era igual, era eso, era mi infancia en casa de mi padrino que no veo hace 5 años. Era la pobreza con dignidad de mis tíos, era nostalgia y un calor de puta madre que se parecía mucho bastante a esos veranos sin pileta en Luis Guillón.

A la espera de la habitación paramos en una Shell a dos cuadras a tomar una Messi. Se habló de todo: fútbol, política, periodismo, peronismo, libros, escritores, chantas, ratas, el mundo del espectáculo, música. Nos reímos bastante pero más nos informamos. Le sacamos toda la data posible a Gogui para que entendieramos un poco su ciudad.

Al principio no nos afectó pero con el correr de las horas hinchaba las bolas que no estuviera disponible la habitación. El viejo nos decía que pronto y su mujer nos decía que ya les había pedido a los pasajeros que bajaran pero no hay novedades, Señor, decía.
Tenían que liberar la habitación a las 10 am... eran y media y ni noticias. Finalmente conseguimos entrar. Estaba linda la pieza. Tres camas una al lado de la otra bien limpitas y con televisión con cable. Estuve zapeando mientras Juan Te se acicalaba para echarse su merecido torro y cuando me aburrí de Expediente Futbol me pegué una ducha y salí fresco para escribir esto en la cama, fumando un pucho
espiar por la ventana del baño
de un hotel en
la ruta 34 de Rafaela
una ruta polvorienta
guacha de autos tiene su encanto.
se pueden ver chicas
en ciclomotor apresurado para almuerzo
con mamá
con la tía
con la prima Esther
el diariero Carlos.
almorzar y olvidar la última semana
que fue igual a las anteriores semanas
que será igual al lunes
igual a los lunes de las semanas
que serán
me quedé dormido con la lapicera en la mano. Me desperté cuando se me clavó en la mejilla. Guardé el cuaderno y dormí un par de horas, teníamos que descansar para exponer a la Funesiana a escritores rafaelinos.

sábado, noviembre 17, 2007

Esperanza, Santa Fe


Llegamos a Esperanza a las 4 am. El micro iba a 40 km/h recorriendo el interior de las calles apagadas de esta ciudad gris, seria.
Me sorprendieron un par de cosas en ese fileteado recorrido arriba de la alfombra mágica
  1. Las calles bastante iluminadas
  2. Las casas dormidas y los recolectores de basura murmurando en la tranquilidad de la madrugada
  3. Una mujercita que, de contramano, pedaleaba su playera azul francia: hermosa y con un escote asesino. El peso de sus pechos equilibraban su borrachera. Fue como una aparición. Un fantasma de carnicería cerrada o libretas gordas de almacén.
  4. La gran cantidad de árboles que había en cada cuadra: unos 25 por cuadra (entre vereda y vereda). El micro sufría los coscorrones de los ramazos de los viejos árboles mientras, suave, peinaba lomos de burro. Me gustó pensar que eran amantes de los árboles.
Viajamos en los primeros dos asientos. Y eso siempre tiene algo que ver con algo. Fue un capricho mío aunque creo cada vez más que debería ser capricho de todos: suponer que si se choca de frente no habrá dolor.
Ahora te obligan a llevar un cinturón de seguridad y tienen un devedé para mostrarte cómo se usa y demás indicaciones; ubicá el matafuegos más cercano, mapa del micro; rompa el vidrio en caso de emergencia, animación de vidrio roto; sientesé para que el cinturón funcione a la perfección, animación de asiento; y no fume en el micro ni en el baño. Lo que no dice es que también está prohibido defecar en el baño, prohibición que no sabía y Juan Te me recordó. La época del cinturón; la época de la sobrevida.
Igual, cuando se apagaron las luces, finalizado el devedé, rocé el botón naranja y, sin que nadie oyera más que el catarro de mi tos fruto de largas horas de aspirar tabaco, me liberé de la soga del asiento con el deseo de que, llegado el caso, la muerte sea instantánea.

martes, octubre 02, 2007

Hoy Confesionario ;-)

Hojas en blanco
Estoy solo en una librería bastante solitaria. Pasa gente interesada por autores, por títulos. Pero estoy solo. A veces pongo música. A veces la radio. A veces me aburro y no se qué hacer. Entonces escribo. Y no, no quiero escribir. Quiero salir de acá. Escribo.
salgo de acá, me subo a un auto
un auto cualquiera
los ojos grises de la gente
me dan ganas de
llorar

Otras veces leo. Cuando leo agarro los libros bien fuerte. Los sostengo con una mano pero arrugo las tapas y el lomo. Me gusta ver el lomo arrugado. Leo tres o cuatro horas por libro. Por eso siempre tengo libros largos que hablan de la vida o la guerra o la paz. Leo.
yo he visto llorar a las mujeres
de mi familia.
Nadie les pegaba.
Lloraban de humillación

Y entonces pienso que el autor debería vender sus libros acá. Así los tengo y no hay que pedir prestado. Es irónico. Trabajo en una librería y me tienen que prestar los libros que leo. A veces me pone triste. Más de una vez lloré en mi puesto de trabajo. Como dice Laiseca, lloro de humillación. Eso sí, voy al baño. Y lloro con los pantalones bajos.
Es fácil ocultar el llanto si sabés silbar. Un poco hay que controlar el aire. Llorar así, en el baño, puede confundir o distraer a los hombres. Ah, sí, porque soy hombre aunque cuesta aceptarlo. Tengo barba, zapatillas y el mal aliento de rigor pero a veces cuesta. Después de llorar silbo. Salgo del baño con los ojos rojos pero por suerte creen que me drogo. A veces, que se confundan, ayuda.
-qué carucha, papá
-y, viste como es esto (guiño un oso rojo)
-ah, pero vos sos un capo.
-otro día te explico, papá (mueca)

Me gusta ser un triunfador. Empezar por el principio y terminar en el final. Nunca me desvío. Si me desvío, abandono. No soporto el fracaso. Odio a los fracasados. Bueno, claro, hay excepciones. No paro de llorar y eso es de fracasados. El llanto en mi caso tiene que ver con mi sensibilidad de artista. Así me consolaba mi Abuela. Ella me consolaba diciendo que tenía suerte de llorar. Los artistas lloran.
Ojalá pudiera llorar como vos, nietito del alma. Para mí el arte se terminó cuando se murió tu Abuelo. Desde entonces ninguna lágrima vale más que las lágrimas que me costó tu Abuelo.
Mi abuelo era boxeador de joven. De grande fue alcohólico y de viejo golpeador. Eso lo supe desde que tuve uso de razón. Pero mi Abuela me consolaba igual. Me secaba las lágrimas con el único pañuelito que le había regalado mi Abuelo Golpeador y después me abrazaba a sus piernas gordas, con várices, sintiendo la tela rasposa de la pollera en la nariz. A veces me dormía. Otras escuchaba una historia.
una vez, un hombre
grande
muy grande
de corazón
nadó atravezó llegó
un río tumultuoso
el peligro no fue
nada
para su corazón
muy grande
el miedo que tuvo
le dio más valor
porque el miedo
ayuda a valorar, hijo
a enfrentar

Y otros días llegan estudiantes a la librería. Estudiantes de carreras absurdas o prestigiosas. Y se sientan a leer. Tienen muchos libros para leer y eligen la librería. A veces los miro. Otras me miran ellos. Siempre nos hacemos compañía. Y entonces, no sé por qué me alegra estar acá. En una librería donde no hago nada, donde me aburro, donde leo. En una librería donde escribo.