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domingo, marzo 09, 2008

¡Sale Parrillada INCOMPLETA, mesa nueve!


Adivina adivinador:
¿cuáles son los tres que sobran?

*

martes, octubre 09, 2007

Testing Testing

un cuentito inofensivo


Yo tenía un tortugo que se llamaba Rodrigo. Ahora ya no lo tengo más. Se me murió de aburrimiento. El tortugo Rodrigo era muy viajero pero cuando lo llevé a casa, empezó a embolarse. Al principio me dijeron que lo llevara al parque. Vivo cerca de uno. Me dijeron y bla. Lo llevé un sábado porque los sábados hay mucha gente que está guardada en sus casas los días laborables y elige el sábado para distraerse, desprenderse, olvidarse y divertirse.
Pero no había caso. Rodrigo no salía de su caparazón. Eso sí, cuando lo apoyaba en el pasto, sacaba la cabeza, miraba para el suelo, me veía sacudiendo la lechuguita y volvía a meter su cabecita.
Probé un domingo porque me dijeron que más gente y blabla. Tampoco. Supongo que Rodrigo estaba con ganas de seguir viaje hacia otros parques. El veterinario le recetó unas pastillas al tortugo depresivo pero al poco tiempo parecía una momia. Rodrigo, el tortugo momia. Mis amigos se divertían. Con el cuello tieso, sin pestañear, le apoyaban la lechuga en la cabeza y decían mirá, se parece a Susana Giménez cuando salía con Monzón.
Pero a mí no me causaba ni un poco de gracia. Pobre mi tortugo Rodrigo. Le discontinué gradualmente las pastillas y probé dejarlo un tiempo en paz.
Creo que así terminé con su vida. Sin quererlo. Sacándolo de su hábitat terminé con sus ganas de vivir, sus ganas de viajar, de conocer gente y lugares nuevos, únicos.
El día que Rodrigo apareció en mi vida, fue la noche trágica que Bueno había chocado con su camioneta. Iba trotando por el parque Mitre con mi IPOD sintonizado en la tragedia cuando tropecé con el tortugo. Lo bauticé Rodrigo porque en la radio, mientras pensaba un nombre, dijeron se murió, se murió pero nadie olvidará su nombre.
Creo que llevarlo a casa no fue una buena decisión. Se aburrió enseguida. Luego se puso violento. Mordió a troche y moche el salvaje hasta que cayó en la depresión. Terminó abajo del horno, aún cuando no lo usara, quietito y sin comer.
Pronto murió de aburrimiento pero no me enteré enseguida. A los días de morir sentí un olor feo. Antes que yo se habían enterado las ratas que viven en casa. Y se lo comieron hasta la última pezuña. Solo me quedó el caparazón que fue lo que enterré en el parque Mitre.
Fue extraño, el primer día que no me preocupó la ausencia de Rodrigo, decidí limpiar a fondo mi casa y cuando corrí la cocina de lugar para pasar el escobillón, me horroricé y me llené de tristeza.
Ojalá se me hubiera ocurrido algo mejor que traerlo a casa.
Porque en casa, el tortugo Rodrigo no era feliz.
*

sábado, septiembre 01, 2007

Otro que me sacó la ficha...

{...} Borges no necesitó leerlo en su totalidad para aprender todo que necesitaba del Quijote ni para entregarse a la experiencia extrema de gozarlo y situarlo en el lugar que merecía en su vida. No es necesario haber leído todo Borges para advertir que Funes , su memorioso privado de pensar, es también la alegoría de un potencial lector de todos los libros que no ha podido leer ninguno {...}

Es muy gracioso ese comentario, por lo menos para mí, en la nota muy difícil de encontrar si no es gugliando, que R E Fogwill escribe para adn.
Como sugiere R E que hagamos para leerlos a Piglia y Bolaño, así llegué a su nota del sábado porque no la pusieron a la vista en el portal los chicos del Gran Diario Nacional.
Justamente hoy me compré, por unos 5 escasos points, Prisión Perpetua de Piglia. Veremos qué aparece. Todavía estoy tragando Ramos, que ya terminé y que admiro muchísimo cómo logró afectarme hasta la médula.
*****
Update: hablando de fogwill todos tenemos nuestra anécdota con el viejito. El único que me dijo a la cara negro feo. Porque es de los pocos que tiene huevos.