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jueves, diciembre 11, 2008

Romina Paula


[ . . . ] "Yo si te veo voy a querer coger con vos, esto es así y lo va a ser siempre, ya lo sabés. Cuando no te veo también, pero qué más remedio hay. Sabés que no me pasa con otras chicas o mujeres, esto también lo sabés, te lo digo siempre y no es romantiquería, simplemente es así. Es ahí donde me parece que lo de tu novia no es lo mismo que lo de Horacio porque vos ahí te estás enamorando de una mujer, sí, lo dije, gracias por ahorrármelo hasta ahora, igual creo que me resultan más hirientes los eufemismos, como el de la sorpresa, bueno eso, que te estás enamorando o ya te enamoraste de otra mujer que no soy yo y eso a mí nunca me va a pasar, nunca. Como yo te quiero y deseo a vos, nunca voy a querer a nadie. Todo lo demás son elecciones. Que tienen que ver con otras cosas, esto lo sabés también, yo no tuve opción. O creí que no tenía, no sé, ahora la verdad que no sé. Yo te amo a vos, Dani, nunca voy a amar a nadie así, eso lo sabés, eso lo tenés que saber. Yo no dejo de pensar que alguna vez vamos a poder estar juntas, tal vez en pocos años y me parece bien que tengas tus cosas, relaciones y experiencias, pero por favor no me reemplaces, no se te ocurra reemplazarme. Los días que nos vemos en el año para mí son los mejores, soporto / atravieso / tolero todo el año por esos días. Si me deprimo mucho pienso en esos días, en esas horas con vos, y con eso voy tirando. O pienso en cuando éramos chicas, en el campo mucho, ya te dije, en esas primeras cositas, ese deseo, que ya ni sé si era tan así en ese momento pero yo releo desde todo lo que te añoro ahora, o en el futuro, en eso también pienso mucho. Es decir, imagino nuestro próximo encuentro (ya falta menos, por Dios), y el otro futuro, el de más lejos, el de un par de años, recibiendo a los chicos, vienen con nosotras, van con el padre, ellos van a entender todo. Veo detalles de esos encuentros, de los que tuvimos, de los que van a ser y me tildo, me quedo en eso, permanezco. Me caliento mucho pensando en vos, ¿sabés? En tu cuerpo. Ni me hables de tu cuerpo con otra mina porque estallo, no lo puedo evitar, soy tan celosa con vos. Horacio es calentón y yo me doy cuenta de todo, de las minas que le gustan y eso, pero a mí me tiene sin cuidado. Ahora, llego a pensar por un segundo en Julie y vos tomando un café y riéndose, o en tu boca en alguna parte del cuerpo de una extraña, como ella, y estallo, me mareo y me dan ganas de vomitar, esto es así. Sabés que si llegás a faltar un verano me mato, o te mato o las dos cosas, ¿no? Sabés eso y sabés también que no es una forma de decir, ¿no?"

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Historias de mujeres infieles
páginas 57 y 58
[Emecé Cruz del Sur]


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miércoles, diciembre 10, 2008

Florencia Monfort


[ . . . ] "Dos años después del viaje a Pinamar, papá y Alicia decidieron casarse. Iba a ser una boda sencilla, con poca gente, en el departamento de Tucumán y Rodríguez Peña que tenía Loles, la mamá de Alicia. La dinastía Belar, de la que Alicia era la primera hija, había perdido al hombre de la casa cuando Loles era muy joven. Víctima de un cáncer fulminante, el señor Belar se fue y no dejó nada, obligando a su esposa a salir a trabajar. Loles, una mujer chiquita con voz de pito, se dedicó entonces a lo único que sabía hacer: cocinar. Y así sacó adelante a su familia. Primero en el garaje de su casa, más tarde dando clases a domicilio y abriendo con mucho esfuerzo una escuela de repostería, se hizo un nombre en el ambiente y en los setenta fue convocada por el programa top de cocina contemporánea: el que conducía mi mamá.
Empezó cocinando en cámara, tan suelta que era, con ese tono bienudo de Barrio Norte que tan bien imitaba. Las espectadoras la reconocían por la calle y en poco tiempo consiguió que el productor del programa, mi abuelo, la dejara llevar a su hija mayor, Alicia.
Alicia y mi mamá hacen cámara juntas por primera vez el 5 de marzo de 1974. Se saludan cortésmente antes de grabar y dicen que mi mamá le dio algunas directivas sobre cómo saber qué cámara te está enfocando y cuánto tiempo quedarse en cada paso de la preparación. La receta era soufflé de choclo con aspic.
Trece años después, Alicia se casaba con mi padre, sin que mi mamá supiera nada. El gran secreto de la boda era mío y sólo mío.
Cuando entré a Tucumán, supe que todo tenía una magnitud diferente de la que me habían contado. Segura de que los otros son más felices que uno, siempre, bajo cualquier circunstancia, envidiaba a Chinche, que jugaba al elástico con una silla en la habitación del fondo.
Para matar el tiempo decidí abrir el placard de Alicia y entendí enseguida que el vestido celeste que estaba colgado en la contrapuerta era el que se iba a poner para casarse con mi papá. Me pareció grasa y antiguo. Mi mamá habría dicho que era de saldo, comprado en Once."

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Historia de mujeres infieles
páginas 126-127
[Emecé Cruz del Sur]


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martes, diciembre 09, 2008

Carolina Aguirre


" Sin embargo, en las escenas de transición de esa vida predecible, la faldera conoce a otro hombre. Un hombre muy distinto de su marido que la corteja con dedicación antigua. Y aunque al principio tienen miedo, tarde o temprano se entrega a las mieles del romance clandestino, feliz como en las novelas de la tarde. Se apropia de todos los lugares comunes del amor: fantasea con alquilar juntos un departamento con pisos de madera crujiente y balcón francés, proyecta viajes exóticos o imagina sus voces mezcladas en una conversación ordinaria sobre vacaciones y matrículas de colegio.
A pesar de su felicidad repentina, su marido nunca sospecha. Y no porque crea que su mujer es incapaz de engañarlo, sino porque no le interesa nada de lo que haga con su vida. No le importaría aun si recibiera un sobre anónimo con pruebas del adulterio. Para él, perderla es como tropezar con una mesa y tirar un jarrón al piso; un accidente incómodo, un mínimo vacío en un rincón del living. Se entera sólo cuando ella se lo confiesa, asustada de placer. Pero en vez de descalificarla con agresiones originales, se ríe con violenciato sarcasmo mientras la ayuda a hacer la valija a patadas. Apenas si le revolea algo de ropa y le dice que es una idiota media docena de veces. Y si bien en ese momento ella siente que se abre una ventana por donde entra luz y aire fresco, inmediatamente el viento se la lleva puesta."

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Historias de mujeres infieles
página 165
[Emecé Cruz del Sur]


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