Por Javier Quintá
Cuando cumplí diez años mi papá me llevó con unos amigos al campo de mi tía. Mi papá tenía una chata, nos cargó atrás y nos llevó. “No vayan a sacar la cabeza”, dijo, “se las corto”. Pusimos las bolsas de dormir y las mochilas para taparnos del viento.
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