miércoles, agosto 15, 2007

¿Y tus orígenes?

Por Féliz Bruzzone

En cierto momento Shmidt, durante la presentación de En celo, dice algo así como que no es ninguna novedad que los escritores tengan que vivir de otra cosa, y que en todo caso habría que ver sus patrimonios. Eso, supongo, viene de una nota donde a la grillotrubbeana “generación post” se le marca la procedencia social de sus integrantes. Bueno, un mal de los países explotados, sí, y no sólo en el terreno literario (o artístico en general), siempre elitista, sino que, poco a poco, en todas las áreas donde los años de formación nadie te los paga o te los pagan a precio de alegre pasante feliz. En fin, igual siempre hay excepciones. Y siempre hay intolerantes que confirman la regla. El lunes, por ejemplo, mientras se leía, Eugenio (mi hijo menor) se puso a llorar como loco. Yo desde el escenario escuchaba los gritos lejanos (previendo una situación así nos habíamos ubicado al fondo) y veía entre sombras cómo Sol (mi mujer) intentaba calmarlo, upa-upa-chupete-upa, hasta que salió, por la puerta de atrás, al frío del patio: para no molestar. Era lo que había que hacer, y lo que Sol iba a hacer a pesar de que el volumen tapara el llanto. Igual, para algunas personas que estaban cerca de donde estaban ellos, resultaba ya inadmisible que alguien hubiera estado ahí con un bebé, cómo podía, ¿cómo?, dijeron, ¿no tienen una niñera con quien dejarlo?, qué desubicada. Y sí, qué desubicaaados... En fin, no tenemos esa niñera, macho, no tenemos. No esa noche. Vos tenés, yo no tengo. Para eso no tengo, ¿no me das una que te sobre? Literatura y elite. Y suerte que el evento lo organizaba Sudamericana y entonces el lugar era grande y entonces el sonido era un lujo y entonces la salida al patio no estaba bloqueada por la joven multitud unida por la felicidad, si no… Y digo: qué habrá pensado esa gente al salir y ver a los de Cucurto vendiendo libros de cartón en la vereda… Uh, fuerte. ¿Cómo pueden estar acá?, ¡cartoneros: fuera! O no, nunca se sabe, porque Washington es un visionario, mete a los gorriones en una bolsa, les tira migas de papel pintado y los lleva por donde quiere: cu-cú, cu-cú, cu-cú, cu-cú, cuco, ¡cucurucho!


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