Ayer le decía, "Rafael, hay que aprovechar las oportunidades... uno se entrena para captar y aprovechar las oportunidades como para cualquier otra cosa para la que uno necesita entrenamiento." Un poco rebuscado pero ahí va.
Las oportunidades. ¿Qué tópico, no?
Una hermosura. Esa mina que está ahí... una hermosura. La mirás y no podés creer lo bien que el vestido rojo se le prende a la cintura. Tiene dos pliegues encima de la cadera, porque se acaba de levantar del sillón, que los desaparece con un sensual movimiento hacia abajo pellizcando la tela y se te desabrochan los zapatos de la furia en el cierre. A su paso a la jauría le empiezan a brillar los labios. Se acerca. Mirás alrededor y ves la mesa de canapés. Viene por un canapé. Su carterita, minúscula como la tanga negra que se trasluce en el vestido, se le cae cuando la quiere cerrar. Se le cae y hace un ruidito. El ruidito de que tocó tu zapatito, querubín.
1) La levantás y decís se te cayó gracias de nada.
2) La levantás y decís que sos un delincuente y que no hay manera de que le devuelvas la cartera... o sí, hay una manera. Y se la devolvés.
3) No la levantás. Vos no te agachás por nadie.
Tenés un segundo. Cuando la bandeja pasa frente a vos hay que accionar. Otros reaccionan. Para aprovechar las oportunidades tenés que activar algo en tu cerebro y, por más torpe que seas, tenés que modificar el mundo que te rodea para que te favorezca de alguna manera.
No hay tutía. No hay códigos. No hay ética. No hay reflexión. No hay nada que te detenga. Es una oportunidad. No hay más como esas. O no lo sabés. Podés averiguarlo, entonces esperás. Pero te arriesgás a que no tengas otra oportunidad. Si querés pensamos juntos las "contras" de accionar el mundo hacia vos.
Hagamos la lista.
Okey.
Ahora leela.
Okey.
Ahora te pregunto: ¿Y? ¿De qué te sirvió? Ah bueno... tenés razón; ahora sabés. Grosso. Sabés. No muchos "saben". Ahora... a accionar.
No pero no se puede accionar, hay que reaccionar. Porque otro "ya aprovechó". Hay que modificar su rumbo. Ya largaron y, primero los tenés que alcanzar y después desviar.
Y volvemos a empezar.
Mientras, la mina está sentada en el sillón, martini seco apoyado en la carterita y una especie de pajita muy chiquita (como su tanga, suponés de nuevo) revolviendo la aceitunita rellena. Todo muy cool.
Todo muy lejano.
Las oportunidades. ¿Qué tópico, no?
Una hermosura. Esa mina que está ahí... una hermosura. La mirás y no podés creer lo bien que el vestido rojo se le prende a la cintura. Tiene dos pliegues encima de la cadera, porque se acaba de levantar del sillón, que los desaparece con un sensual movimiento hacia abajo pellizcando la tela y se te desabrochan los zapatos de la furia en el cierre. A su paso a la jauría le empiezan a brillar los labios. Se acerca. Mirás alrededor y ves la mesa de canapés. Viene por un canapé. Su carterita, minúscula como la tanga negra que se trasluce en el vestido, se le cae cuando la quiere cerrar. Se le cae y hace un ruidito. El ruidito de que tocó tu zapatito, querubín.
1) La levantás y decís se te cayó gracias de nada.
2) La levantás y decís que sos un delincuente y que no hay manera de que le devuelvas la cartera... o sí, hay una manera. Y se la devolvés.
3) No la levantás. Vos no te agachás por nadie.
Tenés un segundo. Cuando la bandeja pasa frente a vos hay que accionar. Otros reaccionan. Para aprovechar las oportunidades tenés que activar algo en tu cerebro y, por más torpe que seas, tenés que modificar el mundo que te rodea para que te favorezca de alguna manera.
No hay tutía. No hay códigos. No hay ética. No hay reflexión. No hay nada que te detenga. Es una oportunidad. No hay más como esas. O no lo sabés. Podés averiguarlo, entonces esperás. Pero te arriesgás a que no tengas otra oportunidad. Si querés pensamos juntos las "contras" de accionar el mundo hacia vos.
Hagamos la lista.
Okey.
Ahora leela.
Okey.
Ahora te pregunto: ¿Y? ¿De qué te sirvió? Ah bueno... tenés razón; ahora sabés. Grosso. Sabés. No muchos "saben". Ahora... a accionar.
No pero no se puede accionar, hay que reaccionar. Porque otro "ya aprovechó". Hay que modificar su rumbo. Ya largaron y, primero los tenés que alcanzar y después desviar.
Y volvemos a empezar.
Mientras, la mina está sentada en el sillón, martini seco apoyado en la carterita y una especie de pajita muy chiquita (como su tanga, suponés de nuevo) revolviendo la aceitunita rellena. Todo muy cool.
Todo muy lejano.
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