lunes, agosto 04, 2008

[ consejos ]

Moon walker

Cuando entro y no conozco a nadie me pregunto cómo se verá mi entrada. Me pregunto si les daré curiosidad. En una época mi sola presencia daba miedo. Era un hombre desaliñado y mugroso. Era rancio hasta en el saludo con la mirada porque, a mi paso, las señoritas tosían levemente mientras con un dedo se tocaban suave, lento, la punta de la nariz para oler su propia fragancia.
La oscuridad de mi estela en un cóctel privado enfriaba el sushi más de lo que el mismísimo Embajador estaba acostumbrado a soportar.
Y es cierto, iba a los cócteles sin usar la barra antitranspirante.
Antes de tomar el primer sorbo, con la lengua,
tenés que acariciar el borde de la copa, con obscenidad,
sin quitarle la vista al escote más cercano.
No es necesario mirar a nadie para sentir la nuca desprolija y grasosa invadida de prejuicio y ansiedad por las vírgenes que hay en la sala. El himen intacto se huele en el aire si prestás atención. Se huele el pudor hasta en la sopa de entrada. Vas a encontrar un festín de jovencitas pordioseras, ruborizadas y vírgenes que lo embarran todo con sus enchastrosos hobbies de damisela apadrinada si prestás la debida atención.
Es cuestión de levantar la vista y presenciar the whole picture.

A todos nos pincha la púa del decoro si nos sentamos apresuradamente.
Es cuestión de prestar y prestar.


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