Parecía que nunca iba a terminar de decidirse, pero el electricista por fin la tomó entre sus brazos y la besó con pasión. Diana cerró los ojos y esta vez supo que sí, que podía entregarse por completo porque los que la rodeaban eran los brazos del hombre que amaba. Esa noche, esa mañana, durmió hasta las diez u once porque su madrina estaba en Chacabuco y porque en los días-sin-madrina el despertador no suena y el teléfono tampoco y entonces ella duerme hasta ser despertada por el electricista que de una vez por todas viene a cambiar esa lamparita que, precisamente, su madrina quemó y luego repuso en el supermercado.
Félix Bruzzone | Violeta Gorodischer | Damián Terrasa
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