Los días en la librería
Ayer pasó un rato por la librería del Purgatorio mi ex maestra Andrea Garrote. Es profesora de teatro y dramaturga además de excelente actriz. Hace un tiempo, principios de los dos mil, entrenaba con ella. La profe tenía cierta fascinación por la dramaturgia de cada escena por lo que las devoluciones eran un sinfín de propuestas y alternativas estéticas, literarias y poéticas (en términos teatrales) que daba ganas de grabarla con una cámara de video. En esa época no tenía ni celular, así que imaginate si iba a grabarla. Con aprovechar y contagiarme de su pasión (aunque sea un 10% de lo que emanaba) me parecía más que suficiente. En ese sentido era envidiable y admirable a la vez, su vehemencia desborda cualquier canal standard de concentración.
Ayer nos quedamos hablando porque su marido toca en el Purgatorio y ella está por presentar unos monólogos que va a dirigir. La banda se llama Falopa y parece ser muy buena. Festejan con las chicas de El Teje (revista que se puede bajar en versión pdf) hoy a la tarde en el horario del partido. No voy a poder ir porque al mismo tiempo voy a estar leyendo con Fabián el Bautista en el marco de la Semana de Boedo en El Gato Escaldado, ahí a un costadito tienen la dirección si quieren ir.
Pero volvamos a Andrea. Los monólogos que dirige se presentan el sábado.
Cuando entrenaba con ella probábamos unas cosas que por ahí desechábamos y luego las veías en otros escenarios con otros actores. Nunca pensamos que nos plagiaban ni nada por el estilo. Cada uno hacía la suya y había cierta tolerancia con las propuestas de los otros. No solo eso, fluían los contagios, las charlas se propagaban y había muchísima menos histeria de la que conozco en el campo literario. Hace rato que no visito antros teatrales por lo que mis comentarios pueden quedar un poco viejos. Espero que sigan igual.
Lo cierto es que mi camino hacia las letras comienza con ella. Siempre cuento que empecé a escribir (hablo de mostrar lo que escribía) cuando propuso que se llevara una escena que no debía ser ni dramaturgia ni poesía. Tenía que ser cuento o novela. Por alguna razón, aquella época estaba plagada de textos de Carver, Capote, Di Benedetto, Hemingway, Faulkner, Shepard... etcétera. Un día llevé un texto mío pero no le dije a nadie que era mío. Lo leímos y empezamos a trabajar sin chistar. Al tiempo tuve que reconocer, con cierta timidez, que era mío. Más de uno se acercó a pedirme más (para trabajar y por curiosidad; para leer) hasta que finalmente decidí ponerme las pilas y armarlos más bien tirando para el lado literario.
Me acordé de esto, que siempre cuento, porque ayer me comentaba que no traían más narrativa para leer. Ahora los actores están trabajando con poesía.
Y me pareció mal. Re mal. ¿Poesía? No, flaca, poesía no. Narrativa era la onda.
Pero después me dijo con quién estaban trabajando:
-¿Pero y qué leen?Y pensé "no te la puedo creer".
-Estamos a full con Alejandro Rubio.
-Nah.
-Sí.
-¿En serio?
-Los chicos están a full. Tiene muchos seguidores/fanáticos.
Porque Rubio me re cabe. Ahora tengo ganas de leerlo de vuelta para ver cómo entraría en una escena teatral. Esa sería una gran propuesta: actuar a Rubio. Los chicos ya lo están haciendo y por el gesto de Andrea, van muuuuuuy bien.
Entonces no me extrañaría que pronto varios cerebritos teatrales busquen adelantarse en algún sentido estético a las vanguardias voraces del mundo teatral para diferenciarse de, ponele, las excelentes adaptaciones de textos que hicieron el Grupo Mendiolaza, Gustavo Tarrío, la excelentísima Ars Higiénica de Zorzoli y demás.
Pensemos; Alejandro Rubio.
Por lo pronto creo que su primer libro es un sinfín de situaciones tremendas y conflictivas que bien podrían andar. Garamona, en su librería La Internacional, vende algunos ejemplares (a mí me salió 12 points, es barato, che).
Piensen y prueben.
Creo que puede ser el comienzo de algo.
Por supuesto que ahora sacó un título por IAP y tendrá otros más que no conozco. Yo les tiro mis puntas. Y este poema que colgó hace banda el amigo Zaiden:
Pesadez en el aire de agosto,
tu pie, mi nariz, otro domingo salvaje.
Si lo que abunda, es decir, la aridez
fuera un truco: una lona que cubriera
nuestro legado, la fe de nuestros padres. Rumiar
la grasa del asado, cada pensamiento,
cada percepción. Nacimos pobres, pobres. Pero no es
que no hayamos estado en la fiesta; es que nos quedamos
para limpiar y ser testigos
de lo que hace la luz con los restos.
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