viernes, mayo 14, 2010

Me quemo por conocerla

1 de 30


Cuento: Oficina
Seudónimo: Catalina Burne

[ fragmento ]

Esperé el 150 y llegué a casa, rehaciendo ese camino por la arquitectura francesa / inglesa / italiana / militar / menemista. En pocos segundos hilé el recorrido que el día iba a tener. Pasé la mañana ordenando ropa y cosas y con ganas de llorar. Hacia el mediodía comí viendo una miniserie y después me bañé, me sequé el pelo, rogué que nadie se diera cuenta del corte que me hice, no solo no me gustan los cambios que llaman la atención: tampoco me gusta este peinado. Volví a dudar entre si ponerme un jean o un pantalón un poco más formal. En esos preparativos siempre hay varias presencias opinando sobre mi vestuario como si se sentaran en mi cama mientras me cambio; está el director, que me dice “qué bien, hoy se vistió de señorita”, o está Alicia diciendo “se nota que hacés gimnasia, ahora, los pantalones te quedan mejor... porque, no es por nada, pero antes parecías una mujer mayor”, y mi jefe “esos pantalones ridículos que te ponés”, Ema me dijo un día “pero qué rojo, te queda muy bien la boca pintada”, y al respecto del maquillaje Fernando, el chico más joven de la oficina, me dijo “ese make-up, qué bárbaro”, y yo no supe qué decir porque ese día me había tenido que pintar como una puerta para disimular la hinchazón de ojos de tanto llorar, o sea que, a mi pesar, ya tengo una colección de datos sobre mi aspecto físico, y en esa lista el momento más intenso fue cuando me corté el pelo largo y de repente, hasta las personas con quienes normalmente no hablo, me hicieron algún comentario, todos coincidían en que era una mejora, me sorprendió la efusividad de los comentarios. Ayer, en cambio, nadie me dijo nada. Aunque Oscar se dio cuenta, y me preguntó en un pasillo.

[ . . . ]

La cordobesa que sufre del síndrome de Burn out, los personajes tan justamente retratados y el humor sin estridencias al que recurre hasta con recursos literarios amplían la mirada del que lee y lo convence de que es un trabajo mucho más interesante que un simple ejercicio poético (el cual también goza de muy buena salud). Oficina indaga con precisión y sin golpes bajos la rutinaria vida de una empleada que condensa una violencia y resentimiento siempre a punto de estallar y manchar al lector. El curioso final, la estructura del cuento y sobre todo el manejo del ritmo generan la curiosidad suficiente para preguntarse quién es realmente Catalina Burne.


*****

-|-

1 comentario:

Paz Tyche dijo...

ja, me encantan los cuentos de oficinas