viernes, septiembre 03, 2010

Oscar Fariña

vía Karen


El sol es un orto de luz
que a mayor exposición nos torna marroncitos

I

amenaza de la estrella de tres puntas:
“esperad, sólo dos

de mis miembros faltan”

y después sí, el dibujo de la cabra invertida en el medio de la playa,
la cabra isósceles de tres puntas
pisada durante todo el puto día

por el Turista,

se completa

II

el Turista demonio
muerte y violación de menores,

ese turista que se droga,

mata y coge

–sin respetar un orden

amén del mínimo indispensable
supuesto en la periocidad del vicio

III

Ah Turista malo
ahora ingresa al mar seco y erecto como un faro
a la vez que contempla una niña, la muerte
incubada en cada grano de arena

IV

el Turista sin respeto se pasea y ofende
la alegría de los chicos mientras
la cabra invertida espera sin solución de continuidad
la caída de la noche
porque la noche
siempre cae, a diferencia del día
–aunque en rigor lo que cae es el ano de Luz

V

viene una ola
como una mano
que arrastra las fichas hacia su punta

no hay escenas de tragedia impostada
porque ninguno de los abducidos por el mar
está acompañado en la playa; entonces,
superado este primer instante de perplejidad,
los perros gregarios
continúan la marcha y los tics estivales

VI

(de espaldas al Descenso
observa el Turista
a una señorita que no se decide
a salir del agua, cuya
morosidad, en conjunción con el frío,
deviene erección de poros, pezones y el propio Turista,
a quien la diéresis le recuerda “pingüino” y acto continuo
materializa uno sin querer,
por el sólo hecho de representárselo,
para gran alboroto de los niños felices por gregarios)

VII

la nariz

de uno de los niños

pierde lombrices y la madre
con un pañuelo de papel le indica
algo referido a los sifones


sobre ese pañuelo
ahora serpentean las lombrices

a lo letra mutante de confusa lectura

VIII


-Qué dicen, má- pregunta el chico; y es aquí cuando el Turista interrumpe la escena

para espetar al rostro extraviado de la madre su falta de cultura, pues, suponemos,

ella no sabe traducir lo que dicen las lombrices de la nariz de su hijo, y el Turista

que sólo desea saber le quita con

medio empujón el pañuelo,

lo mira pero tampoco entiende,

y al punto todos los niños perdidos en la historia de la

playa

como muñones de alegría se le incrustan en una zona indefinida de la frente
y él así cae, las lombrices aun danzantes,
para luego salir despedido hacia el cielo
hacia el Sol:
una fosa nasal
que se lo aspira hasta la nuca.


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