lunes, octubre 25, 2010

Bisagra







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Hay que decir una obviedad: al pibe nadie le devuelve la vida. Pero, en nombre de haber sido un luchador social, también debe decirse que para evitar su muerte como vana no alcanza, ni de cerca, con el descubrimiento de su asesino material, ni de sus instigadores. El pibe militaba a pie firme contra las condiciones que generan a los hijos de puta que lo mataron. Y en lo tocante a la parte más directa de su tragedia, contra un modo de representación sindical y sus sucedáneos de mafias, esbirros, mercenarios, negociados, que son igualmente una tragedia subsistente para los valores democráticos. El gobierno nacional, al que otros hijos de puta de apariencia atildada pretenden enrostrar culpabilidad por el asesinato, tiene la tarea de no conformarse con la identificación de los homicidas. Tiene la obligación de erradicar la criminalidad de las pandillas sindicales, que vienen desde el fondo de los tiempos y que conocemos todos, so pena de que en caso contrario terminen por licuarse moralmente su discurso y destrezas progresistas. Como dijo la Presidenta, hace rato que querían un muerto. Sin embargo, así como no debería haber espacio para una épica sacrificial oportunista, a izquierda, ni para el regodeo electoralista de medios de comunicación y despreciables figurones opositores, a derecha, menos debe haberlo para darles excusas. Hay que acabar con los que conocemos todos. Por el pibe, por tantos otros y en defensa propia, al fin y al cabo. Suena a mera retórica, a consigna de sentido común, pero ¿acaso se puede decir y, sobre todo, esperar otra cosa?


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