sábado, agosto 06, 2011

Dos señores grandes

leyendo en su kindle





Es curioso ver a dos personas grandes, gerontes, con dos dispositivos de lectura tan modernos. Si tuviera el dinero lo compraría y eso ya me hace pensar: éstos dos tienen plata. También me hace pensar si son de acá. La foto creo que es de un sábado a la mañana en Mill, el barcito al que vamos con Carolina cada vez que podemos. Hacen unos desayunos espaciales. Y no hace mucho, notamos que está un poco lleno de extranjeros. Entonces, vuelvo a pensar; ¿serán extranjeros?
Me detengo.
Pienso: ¿qué me importa?
Me detengo.
Pienso: es que si fueran de otro país, tendrían otro acercamiento a la tecnología.
Me detengo.
Pienso: qué cara de gringo tiene... ella, en cambio, hermosa, delicada, no tiene cara de gringa, tiene cara de griega... o eso quisiera que fuera; una turista griega. Seguro que los dos hablan castellano.
Me detengo. Miro bien la foto.
¿Vieron la señora que está entre los viejis? Morocha, anteojitos, corte carré, el cuerpo deforme de escribir tantas horas en su laptop. Me recuerda al Crítico de la película Ratatuille. Seca, amarga, hiperescolarizada e intelectualoide. Con muchísimos datos en su cabeza. Una vida interior riquísima, soberbia, aburrida, que pasa por su computadora, sus notas en la revista RAMONA o sus colaboraciones eruditas en el suplemento Babelia. Favorita invitada al jurado de Cannes, de paseo por Argentina, conectada a través del Skype con algún sub-director francés del Festival que le pide algún dato de adónde ir a buscar nuevos y geniales cineastas. Es obvio que, chat mediante, cuestionan duramente su estadía en Buenos Aires. Insisten con que viajó al pedo (se lo dicen en francés, claro; y, por supuesto, ella lo da vuelta como una media - su segunda lengua) a investigar sobre el nuevo cine argentino. El nuevo cine argentino ya no es una novedad y en Cannes ya tienen a sus delfines. Que "a qué más fuiste a la Argentina", le pregunta el sub-director de Cannes, Skype mediante.

¿A qué vine?, se pregunta ella. La foto capta el exacto momento en el que piensa en él. En todo lo que le da. En la forma en que la mira y la trata. En los secretos pedorros que le contó en la cama pero que la hicieron sentir una adolescente.
La foto no capta las mariposas en la panza, no. Pero sí la mirada perdida. Y todo lo que esos ojos perdidos significan para una señora tan atinada como ella.


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