Y pensar que estuve en ese mismo rinconcito esperando que el viejo nos atienda. Eramos él, su mujer Elvira, Amaranta y yo. Resulta que Amaranta iba a publicar por la Fundación Sábato y el señor la quería conocer. Fue hace un par de años. Y ya se notaba la mano de Elvira, que lo usaba para todo, para fotos, publicar libros, para financiarse proyectos. Te digo, el viejo estaba mal; está mal. Una de las cosas que me acuerdo era que me mostraba sus libros en otros idiomas y se quería matar porque no podía controlar si estaban bien traducidos: "decíme vos, cómo hago para controlar el polaco o el ruso", me decía y acariciaba las tapas que le parecían atinadas.
Y ahora tiene 95 años. La Cristina dijo "tiene los problemas que tiene una persona de su edad". ¡Y claro, nena! ¡Te quiero ver a vos a tus 90 pirulines! ¡Toda estirada, seguro!
Habría que cuidarlo un poquito al viejito, ya le queda poco. Otra que me acuerdo es que se acordó, así de repente, así de senil que está, de "Agostito" Roa Bastos y le caían las lágrimas. "Pooobre" decía limpiándose las lágrimas y cambiaba de tema.
Encima, la Fundación, que se jacta de ayudar a los niños pobres que tienen tristeza, va a instalar una casa en Palermo (no se si Hollywood, Soho, Sensible, Chico, Viejo y demases - che, ¿cuántos son en total?) con todos sus libros y una biblioteca.
Mirá vos, Elvirita querida... te hiciste una bolsita de un millón y medio de pesardos... quién te ha visto y quién te ve.
¿Y quién dijo que el esfuerzo no trae sus frutos? Ah, no, Disraelí decía que sí, que trae frutos. O que ese quien ostenta el poder es siempre impopular. O algo así.
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