Me tengo que comprar un aire comprimido. Dicen que lastima pero no mata. Agarrar la escopeta y apuntarla a la nuca. Puede ser incómodo, lo sé. Pero estoy mal. Y quiero castigarme. No, no; no es como esos del Opus Dei que se ve en el clavo de El Código Da Vinci. O un poco sí. Un poco, como todo. Ayer decíamos, ¿no?, que lo mejor es sufrir. No porque nos guste sufrir, no, no.
Entonces me lo pongo en la nuca y me lastimo. Para que duela; transferencia de dolor se llama. ¿Te duele el corazón? Quebráte la muñeca. Por lo menos los próximos dos o tres días vas a estar preocupado por otras cosas.
Pero no estoy mal, eh, ojo.
No, no.
Estoy contento.
Con Juan nos llevamos a las mil maravillas, lo entiendo cada vez más y nos cagamos de risa. Tenemos laburos pendientes y eso nos estimula. El otro día me salió: no, no, no nos apuremos; que la historia nos espere si total la vamos a romper, hoy o mañana, pero la rompemos seguro.
Así, de adolescente lo tiré; bravucón.
Pero bien. Me gustó el tono. Me gusta estar así de seguro. Aunque le pifie por lejos.
O con los pibes; el domingo salió un asado de la conchitumá. Todos pero absolutamente todos la pasaron bomba. O no, claro; todos no. Si no, no estaría diciendole a Clara que así no, que la próxima mejor lo hacemos de otra forma.
Y sí, te pasa que te ponés triste y nadie entiende por qué. Viste que dicen: qué raro, si te vi bárbaro el otro día.
Sí, sí, bueno pero qué querés. Me puse mal. Uno hace un esfuerzo y de repente... ¿viste cuando armás un castillito de naipes? Bueno así. Parece que podés tener el Castillo de Windsor pero si a una puta carta la ponés mal inclinada o tiene un apoyo malo o tuvo un mal día, puff, la cagó.
A la mierda con el castillo, a la mierda con los sueños, a la mierda con todo.
No, bueno, hay que armar castillos, sí, pero tampoco hay que ser tan bestia: no uses cartas, usá cemento y ladrillos. Bueno, sí, trato hacerlo así. Tampoco se consiguen ladrillos tan baratos. Hay que dedicar tiempo a trabajar para juntar plata y ahorrarla y después, con los ahorros, después de cagarte de hambre para ahorrar, después de sufrir la espera en la parada del colectivo porque ya no podés tomarte un puto taxi, decís:
-Bueno, ya tengo para mi ladrillito. ¿Señor, cuántos ladrillos compro con esto?
-¿Con ésto? Con esto te llevas éste pibe.
-Ah, es chiquito.
-Y... sí. ¿Qué querías?
Bueno, y ahí va uno, con el ladrillito para construir un castillo.
Ladrillo chiquitito.
Muy chiquito.
Minimo.
Minimal.
Pobretón.
Pero honrado.
Mucho esfuerzo hay en ese ladrillito. Hambre, bronca, todo. Y llegás a tu casa, con el bolsillo lleno de ladrillito, lleno de un montón de esfuerzo, orgulloso como perro con diez crías, contento como novia nueva... y lo mostrás.
Silencio.
Te miran.
Miran el ladrillito.
Te miran.
Miran el ladrillito.
Te miran... y estalla la carcajada, te señalan con el dedo, viene otro y te grita que cómo gastaste tan mal la plata, boludo, ¡cómo pudiste! ¡Pero qué tarado, me hubieses dicho, tengo un amigo que por un diego te trae los mejores ladrillos de Egipto! ¡Noooo, qué cagadón; o qué cagadita! ¿No conseguiste nada mejor? Uy qué pena, estaba por darte todo mi amor pero con ese ladrillito de mierda, el castillo que pensás armar lo vas a terminar el día que Chávez se culee a Cristina; va a pasar, de eso estamos seguro, pero faaaalta...
Pero con un aire comprimido, en la nuca, se me pasa. Me voy a Lavalle que me dijeron que por ahí se consiguen más baratos. O truchos en calle Libertad. Qué gracioso; truchos en calle Libertad. Y me pego dos tiros.
Porque me quiero matar. O sea, no. Pero un poco sí.
Agarré todos mis ahorros y los puse en un ladrillito porque me dijeron que no construya más castillos con naipes, hacé algo firme, hacé esto, comprá aquello, vendé esto otro, trabajá para él, ella, ello. A mí no me cuesta nada hacer caso, ¿viste Fede? Es como que ese es mi problema, ¿no? hacerle caso a los otros.
¿Tengo que hacer la mía, no?
Sí, claro, qué boludo, que se caguen.
O sea, no. No hay que desear el mal ajeno, eso no. Pero qué querés, si yo no puedo más que esto a mí no me jodas, man.
Flaca, si no te sirvo, tirame. Porque de basura te soy más útil. Me tenés a mano y completamente dominado. Cuando tiro olor me tirás a la calle. Algún cartonero me va a juntar. Me va a poner con otros chirimbolos. Me va a decir cosas lindas, tipo:
-Che, gato, mirá lo quencontré: si lo pego con la chapa aquella puede andar, eh.
-Salí, ratón. Cualquiera. Largá el paco, guacho. Dejálo ahí, que se lo meta en el culo.
Bueno, por ahí los cartoneros no me usan.
Pero estoy seguro seguro que alguien en algún lugar está pensando en mí.
Entonces me lo pongo en la nuca y me lastimo. Para que duela; transferencia de dolor se llama. ¿Te duele el corazón? Quebráte la muñeca. Por lo menos los próximos dos o tres días vas a estar preocupado por otras cosas.
Pero no estoy mal, eh, ojo.
No, no.
Estoy contento.
Con Juan nos llevamos a las mil maravillas, lo entiendo cada vez más y nos cagamos de risa. Tenemos laburos pendientes y eso nos estimula. El otro día me salió: no, no, no nos apuremos; que la historia nos espere si total la vamos a romper, hoy o mañana, pero la rompemos seguro.
Así, de adolescente lo tiré; bravucón.
Pero bien. Me gustó el tono. Me gusta estar así de seguro. Aunque le pifie por lejos.
O con los pibes; el domingo salió un asado de la conchitumá. Todos pero absolutamente todos la pasaron bomba. O no, claro; todos no. Si no, no estaría diciendole a Clara que así no, que la próxima mejor lo hacemos de otra forma.
Y sí, te pasa que te ponés triste y nadie entiende por qué. Viste que dicen: qué raro, si te vi bárbaro el otro día.
Sí, sí, bueno pero qué querés. Me puse mal. Uno hace un esfuerzo y de repente... ¿viste cuando armás un castillito de naipes? Bueno así. Parece que podés tener el Castillo de Windsor pero si a una puta carta la ponés mal inclinada o tiene un apoyo malo o tuvo un mal día, puff, la cagó.
A la mierda con el castillo, a la mierda con los sueños, a la mierda con todo.
No, bueno, hay que armar castillos, sí, pero tampoco hay que ser tan bestia: no uses cartas, usá cemento y ladrillos. Bueno, sí, trato hacerlo así. Tampoco se consiguen ladrillos tan baratos. Hay que dedicar tiempo a trabajar para juntar plata y ahorrarla y después, con los ahorros, después de cagarte de hambre para ahorrar, después de sufrir la espera en la parada del colectivo porque ya no podés tomarte un puto taxi, decís:
-Bueno, ya tengo para mi ladrillito. ¿Señor, cuántos ladrillos compro con esto?
-¿Con ésto? Con esto te llevas éste pibe.
-Ah, es chiquito.
-Y... sí. ¿Qué querías?
Bueno, y ahí va uno, con el ladrillito para construir un castillo.
Ladrillo chiquitito.
Muy chiquito.
Minimo.
Minimal.
Pobretón.
Pero honrado.
Mucho esfuerzo hay en ese ladrillito. Hambre, bronca, todo. Y llegás a tu casa, con el bolsillo lleno de ladrillito, lleno de un montón de esfuerzo, orgulloso como perro con diez crías, contento como novia nueva... y lo mostrás.
Silencio.
Te miran.
Miran el ladrillito.
Te miran.
Miran el ladrillito.
Te miran... y estalla la carcajada, te señalan con el dedo, viene otro y te grita que cómo gastaste tan mal la plata, boludo, ¡cómo pudiste! ¡Pero qué tarado, me hubieses dicho, tengo un amigo que por un diego te trae los mejores ladrillos de Egipto! ¡Noooo, qué cagadón; o qué cagadita! ¿No conseguiste nada mejor? Uy qué pena, estaba por darte todo mi amor pero con ese ladrillito de mierda, el castillo que pensás armar lo vas a terminar el día que Chávez se culee a Cristina; va a pasar, de eso estamos seguro, pero faaaalta...
Pero con un aire comprimido, en la nuca, se me pasa. Me voy a Lavalle que me dijeron que por ahí se consiguen más baratos. O truchos en calle Libertad. Qué gracioso; truchos en calle Libertad. Y me pego dos tiros.
Porque me quiero matar. O sea, no. Pero un poco sí.
Agarré todos mis ahorros y los puse en un ladrillito porque me dijeron que no construya más castillos con naipes, hacé algo firme, hacé esto, comprá aquello, vendé esto otro, trabajá para él, ella, ello. A mí no me cuesta nada hacer caso, ¿viste Fede? Es como que ese es mi problema, ¿no? hacerle caso a los otros.
¿Tengo que hacer la mía, no?
Sí, claro, qué boludo, que se caguen.
O sea, no. No hay que desear el mal ajeno, eso no. Pero qué querés, si yo no puedo más que esto a mí no me jodas, man.
Flaca, si no te sirvo, tirame. Porque de basura te soy más útil. Me tenés a mano y completamente dominado. Cuando tiro olor me tirás a la calle. Algún cartonero me va a juntar. Me va a poner con otros chirimbolos. Me va a decir cosas lindas, tipo:
-Che, gato, mirá lo quencontré: si lo pego con la chapa aquella puede andar, eh.
-Salí, ratón. Cualquiera. Largá el paco, guacho. Dejálo ahí, que se lo meta en el culo.
Bueno, por ahí los cartoneros no me usan.
Pero estoy seguro seguro que alguien en algún lugar está pensando en mí.
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5 comentarios:
bien funes. bien en hacerlo público
Che...No entedí una goma.
El asado te salió de puta madre!
No lagrimees Funex.
Un abrazo
obvio que hay alguien pensando en vos.
dale para adelante, mostro.
que duela! cuando duele esta cocinada la carne. ¡Que duela!
y le mando un beso xq usted leyo en el pacha y me dio suerte y me gane un librito. y gane tanto xq usted siguió leyendo!
Hasta!
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