miércoles, febrero 25, 2009

Pegar en la trompa del poder

Por Gerardo David Cristante

Un día de inspección municipal:
¿Inspectores municipales o astrólogos de la desgracia?

Libario Bar Multiespacio
Club de cultura 232
Julian Alvarez 1315, Palermo

Jueves, 1.30 de la madrugada. Ya he perdido la cuenta de las veces que vienen los inspectores a certificar una y otra vez las mismas cosas. Pareciera que es un acto que se borra, una película de film que se quema en el mismísimo instante en que los inspectores se van de Libario. Son siempre diferentes, pareciera que el plantel de inspectores de la ciudad de Buenos Aires es infinito. Pareciera que el impuesto de los contribuyentes se pierde en un absurdo indescifrable de inspectores que no se repiten, que van mutando como piezas de un ajedrez de fantasía. Parecieran personajes Beckettianos condenados a la repetición de los actos como manera de permanecer en este universo fatal de los boliches con música en vivo. Esa especie de clasificación infame que huele ha podrido y que infecta las reglas del buen vivir de la ciudad.
Es cierto, somos cáncer en las venas, somos sangre corrompida y contestataria que se pudre y que pudre el cuerpo de la ciudad. Somos miasma con hedor a podredumbre, sonido de estiércol que se pierde en la alcantarilla. 
Pero no nos vencerán.

Una y otra vez estos señores entran al local y piden las mismas cosas como si nunca hubiese sucedido. Inventan nuevos pedidos, se rascan la cabeza, sacan una linternita de Sherlock Holmes y la enfocan al piso buscando las miguitas perdidas de Hansel y Gretel. No se ponen de acuerdo con los matafuegos correspondientes, que son 5, que son 6, que son 4. De nada vale apegarse a lo estrictamente escrito en la ley. Les muestro, les comento el decreto de necesidad y urgencia llamado Club de Cultura, pero me dicen que eso ya venció. Les explico que no, que hubo una prórroga pero no están enterados; les explico que hay más de 300 locales con esa habilitación transitoria. Les digo que estoy tramitando la definitiva, pero el Gobierno tarda más de un año en realizar un impacto ambiental. 

No hay caso, hablan por teléfono a no sé quién, algo huele mal, acá tocan rock, acá es peligroso. Todas las veces debo soportar el mismo llamado telefónico a un Dios inexplicable que está del otro lado del teléfono y se supone vela por la seguridad de todos nosotros. 

Me piden el certificado de desinfección, se los doy; me piden el botiquín de emergencias, se los muestro; me piden el comprobante de pintura ignífuga, se los doy; pero no basta, buscan, hurgan como ratas de alcantarilla, cuentan una y otra vez los carteles de salida. Tengo cuatro pero me dicen que necesito más, la vez pasada tenía tres y puse uno más por las dudas, pero me dicen que tengo que poner otro más para que la semana que viene venga otro inspector y me diga que cuatro no son suficientes, debo ubicar otro más, por las dudas, y yo me pregunto ¿Qué pasa con la ley?
Si debo obedecer a cada inspector que de manera subjetiva y sin criterio lógico me ordena como si tuviera un poder de policía especial que debo poner aquí y allá los carteles para que a la semana siguiente otro inspector con otro criterio me diga que tantos carteles no son necesarios y que los matafuegos en la entrada no van, tienen que ir al lado de los equipos de sonido, etc., etc., etc., todo tan poco serio y fatal.
Los únicos peligrosos en esta noche son los inspectores que asustan por su ignorancia. Lo único peligroso esta noche es la plata perdida en miles de inspectores ordinarios que no se ponen de acuerdo porque ni siquiera en el Gobierno saben de lo que están hablando. Lo único peligroso esta noche es la prepotencia, la discriminación, la persecución que realizan estos señores por el local sin importarles los artistas ni el público que se reúne a presenciar un espectáculo. 
Interrumpen innecesariamente la escena para verificar cosas que se pueden realizar sin necesidad de tomar tanto protagonismo. Son actores malos, resentidos e incapaces de comportarse en una inspección, son las vedettes de la nueva era. Inspectores con portaligas y conchero.

Realmente me duele tanta ignorancia gratuita, tanto desconocimiento del género que inspeccionan, tanta falta de sensibilidad con el hecho artístico. Lo único peligroso esta noche son las dos horas y media que tuve que soportar repitiendo y mostrando los mismos papeles una y otra vez mientras la gente del bar se iba fastidiada otra vez por estos cónsules de la desgracia, que huelen tragedias donde no hay, que son cuervos y carroñeros, que les falta inteligencia para hacer una evaluación crítica y lúcida de la situación por la que estamos pasando. Inspectores que especulan con el futuro de lo que va a suceder como si fueran astrólogos de la desgracia. 

Tanto dinero desperdiciado en inspecciones absurdas, tanta falta de comunicación entre los distintos departamentos del Gobierno, tanta falta de educación y prepotencia hablan por si solas. Esta persecución innecesaria suena pueril, banal y superflua ante tanta desigualdad social y tanta falta de recursos para lo verdaderamente importante. Salud, educación, trabajo, etc., etc., etc., la lista de prioridades es infinita.

No digo que no se ocupen de los boliches con música en vivo, pero ocúpense bien y eficazmente. Y déjennos a nosotros las manifestaciones artísticas (que de eso saben poco) y no atenten contra el trabajo de los artistas. Hay poco trabajo y se nos va el alma en eso porque tenemos dedicación y pasión, honestidad y trabajo, algo de lo que a ustedes, señores inspectores, les falta mucho.



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