Librería El Gato Escaldado
Av. Independencia 3548
Av. Independencia 3548
No nací en Boedo. Pero tuve la suerte de formar parte de los festejos en la Semana de Boedo. No sólo eso, fui testigo vip de una de las mejores lecturas de Fabián Casas. Porque contó de sus recuerdos en el barrio. De por qué le gustaba. De cómo lo lleva en la sangre. Leí Boedo y la cortada San Ignacio, que si bien es un cuento rarísimo, representa un poco lo que sentía cuando viví en el barrio. En un momento dije que me sentía como un impostor. Y debo reconocer que si bien yo no adopté al barrio, el barrio me adoptó a mí.
En la foto se nos puede ver con el amigo Marcelo López, alma mater, junto Celia, de la esmerada tarde en la que también se mostraron imágenes, fotografías e intervenciones que pronto serán libro y un poco hablan del reclamo que la Red de Cultura de Boedo está haciendo por la plaza que está a la vuelta de la librería.
Y lo mejor es que cada ceremonia que se organiza en El Gato culmina con una soberbia cantidad de faina (Alan Fainá estaría muy contento si fuera invitado) y un jarrón transparente y hermoso de vidrio repleto de moscato. Me dijeron que habrá otras. Ojalá puedan venir la próxima. Al final se puede ir a comer por ahí, hay muchos bares y fondas. Con el Gogui terminamos en el bar Ajenjo, Alenjo, mirando el partido de Paraguay contra Argentina en un 27 pulgadas al lado de una mesa de pool llena de viejos que puteaban en boediano a Messi, al Tomuer de Maradroga y al Señor de los Anillos; un borracho con boina y olor a pis que no paraba de hablar y no nos dejaba escuchar a Bignolo. Tenía las manos marcadas como si hubiera tomado mucho sol con los anillos en los dedos.
Al final nos quedamos mirando a Brasil porque la Argentina hizo el ridículo y no daba para irse a la cama así de angustiado. Qué partidazo. Cuánto fútbol. Cuánto huevo. Los chilenos y los brasileros. Qué envidia.
Y qué pedalín, Gogui...
qué pedalín.
En la foto se nos puede ver con el amigo Marcelo López, alma mater, junto Celia, de la esmerada tarde en la que también se mostraron imágenes, fotografías e intervenciones que pronto serán libro y un poco hablan del reclamo que la Red de Cultura de Boedo está haciendo por la plaza que está a la vuelta de la librería.
Y lo mejor es que cada ceremonia que se organiza en El Gato culmina con una soberbia cantidad de faina (Alan Fainá estaría muy contento si fuera invitado) y un jarrón transparente y hermoso de vidrio repleto de moscato. Me dijeron que habrá otras. Ojalá puedan venir la próxima. Al final se puede ir a comer por ahí, hay muchos bares y fondas. Con el Gogui terminamos en el bar Ajenjo, Alenjo, mirando el partido de Paraguay contra Argentina en un 27 pulgadas al lado de una mesa de pool llena de viejos que puteaban en boediano a Messi, al Tomuer de Maradroga y al Señor de los Anillos; un borracho con boina y olor a pis que no paraba de hablar y no nos dejaba escuchar a Bignolo. Tenía las manos marcadas como si hubiera tomado mucho sol con los anillos en los dedos.
Al final nos quedamos mirando a Brasil porque la Argentina hizo el ridículo y no daba para irse a la cama así de angustiado. Qué partidazo. Cuánto fútbol. Cuánto huevo. Los chilenos y los brasileros. Qué envidia.
Y qué pedalín, Gogui...
qué pedalín.
*
2 comentarios:
Gracias Funes por participar de las actividades propuestaas por los vecinos. En Boedo ofrecemos no sólo lecturas de poesía, también impulsamos una nutrida grilla de festejo que incluyen mirada de partido de la selección junto a borrachos locales, moscato canilla libre, panorama naked del ambiente literario porteño, doce formas de robar wi fi, y grandes estrellas de la poesía gauchesca.
Aunque ya terminó la Semana de Boedo, el barrio sigue de festejo. Porque como dijo el intendente, Boedo está donde vamos nosotros.
Así es, querido amigo.
Amén a las palabras del Intendente.
Publicar un comentario