domingo, diciembre 13, 2009

Ser disfuncional como una forma de snobismo

Por Lucas Oliveira


Participar siempre tiene sus riesgos. Participar cuando uno tiene una opinión muy distinta implica mayores riesgos... muchos más de los que uno pudiera soportar. Así se conocen los límites. El error conlleva un aprendizaje a veces inasible. Como en cualquier competencia, la participación ya es admirable. Y la forma en la que uno participa, en la que uno exige sus propios límites, demuestra, tal vez a esos pocos atentos a los mínimos detalles, que uno va por una senda; correcta o no, hacia algún lado está encaminado.
Tío Vania, la puesta elegida por Daniel Cinelli tiene una personalidad muy definida. Y cierto alegrón le causa a uno, por ejemplo, ver un tono irónico en las líneas sobre el piso aludiendo a Lars Von Trier o, acaso, a la famosa frase “pueblo chico, infierno grande”, o “pasa hasta en las mejores familias” o “los niños ricos también lloran”.
Lo que es cierto y demuestra un estado actual del arte en general, es que el subrayado de los signos a lo largo y a lo ancho de la obra la vuelven lánguida, parsimoniosa. Esa parsimonia de pueblo, es cierto, pero una parsimonia tal vez innecesaria. La obra de Chéjov que Cinelli decide montar maravilla por los conflictos que exhibe, las miserias y los absurdos pequeños engaños en los que a la mayoría de los seres humanos se les va la vida. A cualquier dramaturgo, escritor, director se le hace agua la boca cuando hojea las páginas de semejante obra teatral. Pero, a su vez, el “monstruo” de tal tratado del comportamiento humano puede atar de pies y manos a quien pretenda una nueva visión de la obra.

En ese sentido se nota el esfuerzo por lograr un producto teatral original. La puesta, el juego de luces, la adaptación en los textos, la música y hasta el vestuario hablan de un trabajo minucioso y detallado que, de a ratos, resulta excesivo.
En esta puesta los actores recuerdan los esfuerzos de los maratonistas. El objetivo no es lograr un punto álgido (o varios) en la obra sino más bien llegar al final indemnes, sin demasiadas cicatrices. A pesar de que los textos pueden aprovecharse para gritar como un loco y soltar la cadena de la cordura, las performances son medidas y casi milimétricas. Se lucen Zamarbide y Rizzi (quien participó haciendo un reemplazo y sólo por esta función) quienes van llevando la obra paso a paso logrando un nivel de intriga interesante.

Siempre resulta fácil recomendar una obra de Chéjov. Esta puesta hace un esfuerzo y se nota, a veces gratamente y otras no tanto. Lo cierto es que decididamente hay una opinión. Y a todas luces, vale la pena saber de qué se trata.

Tío Vania
viernes 20 hs
Teatro del Viejo Palermo
Cabrera 5567

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