martes, febrero 19, 2008

Largo camino, mi pequeño saltamontes - Uno

Vamos a trabajar en equipo. En el edificio de la vereda de enfrente a mi casa hay una oficina en la que treinta tipos no mayores de 25 años se la pasan gritando desde las 8.30 hs.
Gritan cosas como
"¡Buen día a todos!"
Y esos casi treinta responden
"¡¡Buen día!!"
después ese mismo, que vendría ser el coordinador, vuelve a gritar
¿¡Cómo estamos hoy!?
¡¡¡¡Bien!!!!
¿¡Cómo estamos hoy!?
¡¡¡¡Bien!!!!
¿¡Cómo estamos hoy!?
¡¡¡¡Bien!!!!
Me los imagino, cinco minutos después de empezada la sesión de entrenamiento de futuros encargados de locales McDonalds, mujeres con el culito parado, famélicas, pelo atado, transpiración en la frente, olor a perfume de sandía, pibes forzudos con camisas blancas grises por la humedad, agitados, enajenados, listos para cometer un asesinato si se los ordenan. Porque para mí que ahí adentro les lavan el cerebro.
Tenía un amigo al que le decíamos que tarde o temprano le iban a lavar el cerebro y pronto tuve que callarme esos planteos porque me presentó una chica que (tiempo después) me enteré que trabajaba en McDonalds. Así que con ella no se podía hablar del fascismo doble carne doble queso. Una pena. Cuando me acostaba con ella la miraba dormir y me imaginaba todas las cosas que sabría del negocio de la carne, los sueldos reales que pagaban, las consecuencias de ser el empleado del mes, por qué nunca pedía hielo con las gaseosas cuando íbamos al local de Flores, adónde irían las hamburguesas que no se venden, quien guarda la llave de la caja fuerte... tantas cosas me imaginaba cuando ella dormía. Mis sueños se moldeaban según la inquietud de esa noche.
No fue del mejor sexo que tuve en mi vida, ni mucho menos. Lo extraño de eso fue que decidí no-terminar-la-relación porque necesitaba más datos de McDonalds... y no me iba a ir con las manos vacías.

*

uno / dos / tres / cuatro / cinco

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