Nos peleábamos por cualquier cosa así que decidí encarar por el lado que mejor conozco: dormir con ella se transformó en un objetivo tan importante que ni siquiera sentía placer. Podía mantenerme en la primera fila del túnel, siempre, pero ya no sentía placer. Enseguida se transformaron en maratones tan creativas que nos causó gracia haber perdido tanto tiempo antes. Hoy en día uso cada una de las técnicas aprendidas en esas noches de furioso entrenamiento. Hoy siento placer.
Le gustaba tomar helado después de coger; de dulce de leche y banana split. Tenía el freezer lleno de helados. El mismo gusto repetidas veces.
-¿No te parece un poco exagerado tanto pote?
-Hubiera pensado que dirías demasiado optimista.
Siempre contestaba cualquier cosa. Hablar de McDonalds iba a complicarse tanto que me relajé un par de días porque sentía demasiada fiebre obsesiva.
Durante las dos semanas que duró nuestro paraíso sexual ella contactó con un ex-novio que le mandaba mails para volverse a ver. Sus mails eran venenosos y resentidos. Una fábrica de ira deplorable; ciclotímico, invasivo, rompebolas. Igual, esa semana, le contestó.
Nos vemos en la plaza de siempre, ¿te acordás todavía?
Ella quería saber por qué tanto encono. El ex pedía tantas explicaciones que, con el deseo sexual satisfecho, ella se propuso dar.
Pero claro... volvió hecha una piltrafa. Me acuerdo todavía y me entristece. Lo hablábamos todo. Lo discutíamos todo. Antes de hacer cualquier cosa que machacara la mutua confianza la discutíamos abiertamente. Cuando volvió me di cuenta que ya no estaríamos más juntos. Cuando volvió le habían retirado de su cerebro el caracter belicoso que tenía conmigo. Cuando volvió, arrastrada de amor, derretida de culpa, angustiosa pero inofensiva, me di cuenta que no podría poseerla nunca más.
-... y me preguntó si quería irme a vivir con él.
-¿Y qué le dijiste?
-Que sí. Me mudo el sábado.
* uno / dos / tres / cuatro / cinco
2 comentarios:
mis viejos se conocieron en el 76 y se separaron en el 83
saludos
que mala onda.
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